Blas López Angulo

Como hemos podido descubrir a lo largo de más de un siglo de fútbol, dentro de cada español habita un entrenador. Tal vez antes teníamos alma de marineros, guerreros, místicos, pintores...el siglo XX, moderno y prosaico, nos reveló esta nueva capa. Por algo ya no enviamos nuestros tercios a Flandes, sino mesnadas de técnicos por todos los continentes. El míster ya no es un señor inglés, aunque nos hayamos quedado con la palabra. Posee nacionalidad española, lo mismo aquí que tantas veces fuera. Es posible que en Asía para referirse al coach, dentro de unos años, lo llamen Señor.

Gargantúa se despertaba muy temprano, hacia las cuatro de la madrugada y comenzaba su plan diario formativo. Mientras le aseaban, le leían alguna página de las Sagradas Escrituras en voz alta y clara, con la pronunciación que convenía a la materia. Luego iba al excusado a expeler las heces de las digestiones naturales. A la vuelta, lo vestían, peinaban y perfumaban y, durante ese espacio de tiempo, le recordaban las lecciones del día anterior.

Hay personajes de gran notoriedad que siembran odios y trifulcas por donde van. Siguiendo el dicho, no es que recojan tempestades. Están a la vista. No hay más que echar un vistazo a Twitter o a los prolijos comentarios de los mentideros deportivos. Acuden a todos los fuegos. Si prendieran varios focos aun distantes y dispersos, la policía no podría descartar la hipótesis de que alguno de estos dirigentes (bien sean políticos o apolíticos) fuera el autor de todos ellos. Se corresponde esa enorme capacidad de propagarlos, con una frenética agenda.

Como sabrán el agente de Paul Pogba, Mino Raiola, se ha llevado una pasta gansa por su vuelta al United. Lo tenía bien atado desde lejos. Al menos desde cuando el jugador francés salió de Manchester 4 años antes. Sir Alex le maldijo, pero ya Mino dejó una de sus frases más celebradas e irreverentes con respecto al mítico manager de los diablos rojos: “Ferguson todavía no sabe quien es Pogba”.

En Manual de literatura para caníbales Rafael Reig -un ensayo novelado que este verano, diez años por medio, tiene una continuación muy esperada en Señales de humo- escogía la novela Días de llamas, de entre las muchas que abordan la guerra civil. Su autor, Juan Iturralde, alias del abogado del Estado José María Pérez Prat, incluye una cita tomada de los diarios de Víctor Hugo, que inspira el propio título de la novela, y de paso, estas líneas: "Las revoluciones, como los volcanes, tienen sus días de llamas y sus años de humo". No tiemble, fiel lector, que no hablaremos aquí de Política y menos de Vulcanología.

El 30 de junio terminó de forma oficial la temporada. Más o menos como en los colegios, pero con más diferencias. Desde el 1 de julio estamos pues en otra. Aunque los jugadores que quedaron libres el 30 de junio andan algunos en tierra de nadie en medio de sus prolongadas vacaciones. Tampoco es lo más saludable mientras desde luego sus representantes no descansan. Llevan meses con varias barajas abanicando ofertas y oliendo demandas.

(A propósito del libro “Buenas noches y saludos cordiales”, de Vicente Ferrer Molina)

Ya he contado que abandoné tempranamente las noches del García en mi adolescencia por una cuestión estética. Tienen recogido mi testimonio en un reciente libro de mi cosecha. A mi profesora de BUP no le cayeron bien expresiones tan manidas como las que usaba con premeditación y nocturnidad el señor García y por las que aquel joven -en la actualidad un cincuentón- no pudo alegar su falsa autoría. Yo me refería en mis ejercicios escolares al campo andaluz dejado de la mano de Dios y el ínclito locutor lo hacía a menudo para hacer balance de la situación del deporte en este país. Y digo lo de ínclito sin ese tonillo despectivo que empleaba él. Como comprobarán no volví a compartir su lenguaje y menos sus formas.

El Tottenham Hotspur en su acecho al liderato tenía en casa el pasado lunes uno de los partidos más fáciles ante el West Bromwich Albion, que no se jugaba nada. Estuvo a punto de golearlo, pero la suerte o los palos se interpusieron en su camino.

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