Diego Armario

Los ertzainas empujan al periodista.
Los ertzainas empujan al periodista.
Leguina y Redondo con Ayuso.
Leguina y Redondo con Ayuso.
¿Democracia sin periodismo?

¿Democracia sin periodismo?

¿Hay alguien que tenga sentido de Estado en España? Esta pregunta es parecida a la que. allá por el año 323 antes de Cristo, se hacía Diógenes mientras recorría las calles de Atenas con un candil en busca de algún hombre honesto. Si entonces algunos sabios ya dudaban de la vergüenza y dignidad de sus gobernantes no es extraño que en nuestros días continuemos planteándonos la misma cuestión para obtener idéntica respuesta.

Hoy nos gobierna la generación ni ni, que no hay que identificarla con la de los que ni estudian ni trabajan, sino con los que ni tienen vergüenza ni saben dónde se puede adquirir.

Los espectáculos que desde la política y los medios de comunicación se están dando al mundo entero tienen la singularidad de que no les provocan ningún pudor a sus promotores, que han llegado a invadir el sancta sanctorum de las más elementales reglas de la dignidad en ambas profesiones.

Nunca en democracia, la política tuvo a su servicio tantos periodistas entregados al poder y traicionando la memoria de esta profesión, en la que muchos se han convertido en agitadores políticos y en agentes electorales de partidos, dejando huérfanos a los lectores y oyentes de sus medios, que ya no pueden esperar que les ofrezcan noticias porque sus micrófonos y sus ordenadores chorrean consignas de guerra.

Yo entiendo perfectamente la desvergüenza del gobierno que ayer en el preámbulo de la Ley organiza de Reforma del Código Penal hizo una exposición de motivos, sin precedentes en la historia democrática española, en la que se acusaba al anterior ejecutivo de haber “liderado un proceso sistemático de desmantelamiento de las libertades en España”.

Hasta los mafiosos tienen códigos de honor de los que carece el gobierno de Pedro Sánchez, que se ha encontrado con una oposición desnortada y unos socios de tan bajo nivel que pareciera que los hubiese buscado en un mercadillo o en los espacios nocturnos donde están las cenicientas de saldo y esquina.

Ante esta anómala situación, a Diógenes con su luminaria también le resultaría difícil encontrar a suficientes hombres y mujeres honestos que no se hayan convertido en rehenes de la dictadura mediática al servicio de los poderes que les marcan el camino a seguir.

Me preocupa la bajísima calidad de la clase política, en la que como en todo colectivo, existen honrosas excepciones, pero me inquieta más aun el espectáculo del baboseo, el tuteo, el colegueo y la atribución de carnés de demócratas y liberticidas que hacen algunos/as plumillas o porta micrófonos, que ya no disimulan cuál es su señor.

Si Manu Leguineche levantara la cabeza, se llevaría un disgusto porque los corresponsales de guerra saben lo que son las balas de verdad, y a pesar de eso se juegan la vida por contarla.

Miguel Bosé.
Miguel Bosé.
Miguel Bosé ha hecho bien en hacer su performance con Evole, porque ni siquiera él está excluido del circo de las extravagancias ni de la hoguera de las vanidades
¿Vacunas para amiguetes?
Cada día me pregunto por qué regreso al mismo hoyo para describir el emponzoñamiento en el que chapotea lo peor de nuestra sociedad, si existe una España mejor que funciona. ¿Qué más da que dos alcaldes consortes, jóvenes, de distintos municipios levantinos, casados, rollizo él y con un aspecto de insultante salud ella, se hayan vacunado contra el Covid antes que algunos viejos o sanitarios de sus respectivos pueblos?
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