“El modelo de crecimiento financiado con deuda ha alcanzado su límite”. Lejos de respaldar medidas de estímulo fiscal que el FMIdemandaba como parte de un paquete de medidas más amplias en un breve comunicado previo a la cumbre del G20, el ministro alemán de finanzas rechazaba en Shanghái el uso de “atajos” que no se consigan a través de reformas. Frente a la claridad del alemán, que cuestiona además la bondad de más estímulos monetarios en la eurozona, nadie protagonizó en el G20 una clara defensa de medidas de estímulo fiscal, papel reservado a la OCDE y al FMI, y aunque en el comunicado se recogía la necesidad de mirar más allá de las políticas de tipos ultra bajos, en realidad se era bastante más explícito en respaldar su continuidad como forma de apoyo a la actividad económica y a la estabilidad de precios. Algo tan genérico como el llamamiento a utilizar “todas las políticas- monetarias, fiscales y estructurales- individual y colectivamente”, necesitaba por su inconcreción que se recordasen los compromisos de cooperación en materia cambiaria, de modo que hubo de nuevo espacio para que se reiterase el mensaje de no utilizar los tipos de cambio como herramienta competitiva. Eso, o al menos no hacerlo de modo deliberado y sin informar previamente a los demás sobre la ejecución de políticas que puedan tener como resultado una devaluación.
Aunque podían leerse referencias en algunas crónicas previas al encuentro, nadie se había hecho ilusión alguna sobre un compromiso tipo “Acuerdo Plaza” en referencia al logrado en el hotel del mismo nombre en Nueva York en 1985 para depreciar al dólar frente al resto de divisas (marco alemán y yen japonés en particular). El motivo es que en muchos subyace el temor a una fuerte devaluación del yuan como medida para frenar el deterioro de crecimiento que registra Chinay que bien generaría una oleada de devaluaciones competitivas con el resultado de elevar considerablemente la volatilidad en los mercados financieros sin conseguir resultados tangibles, o como poco supondría la exportación al resto del mundo de oleadas de descensos de precios que en poco ayudarían a estimular la demanda mundial a través del consumo. Una fuerte devaluación del yuan es probablemente el evento de mayor entidad que podría registrarse en los mercados financieros en un horizonte próximo, de modo que está siendo objeto cada vez de más detallado análisis por sus posibles implicaciones.
Los comparables respecto a otras crisis cambiarias no justifican en absoluto los temores, pero la opinión general es que después de la apreciación registrada por el yuan en el trienio 2013-2015 (7.1%, 8.8% y 0.2%) frente a la cesta de divisas que maneja el China Foreing Exchange Trade System (CFETS), los próximos 12 meses, aun con una velocidad relativamente suave, serán de clara depreciación, en particular frente al dólar si como es probable el dólar mantiene el estatus de divisa fuerte frente al resto que viene teniendo desde mediados de 2014. A pesar de su incorporación al DEG, la divisa china continua sometida a un fuerte control cambiario, donde diariamente a las 9:15 de la mañana el banco central anuncia un tipo de cambio de referencia central frente al dólar y el resto de divisas alrededor del cual la cotización puede fluctuar un +/- 2% sostenido mediante intervenciones. Un régimen de cambio controlado de este modo funcionaba todavía enEspaña en relación al dólar primero y al marco alemán después en los años 1986/1987. En un régimen cambiario de este tipo, el control de las autoridades es prácticamente total, lo que sumado a la ausencia de razones para una fuerte devaluación y al escaso interés chino en ser causa de un terremoto financiero mundial, hace de este temor algo bastante alejado de considerarse una amenaza real.