El acuerdo de paz para Colombia entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC implica, por supuesto, a todos los colombianos pero también a toda América Latina y al resto del mundo, con especial interés para España.
Como en toda negociación, hay aspectos que pueden gustar más o menos, ser más pragmáticos y realistas o adolecer de cierto buenismo que después será imposible aplicar. Solo el paso del tiempo podrá juzgar con resultados en la vida diaria de millones de personas si el acuerdo que ha puesto punto final a una hemorragia de muerte y destrucción en Colombia que ha durado más de 50 años con más de 240.000 muertos y gran sufrimiento y miseria para muchos miles más, ha sido positivo o negativo. No va a ser nada fácil.
Es cierto que el tiempo ayuda a sobrellevar la inmensa repugnancia que produce ver cómo algunos criminales y asesinos pueden pasearse libremente por las calles gracias a la generosidad de una sociedad que ruega un sacrificio aún más doloroso a los familiares de aquellos que fueron asesinados.
Aquí podemos incorporar a los dos bandos, pero sería muy injusto situar a los dos bandos en la misma balanza. La guerrilla de las FARC que surgió para luchar contra la injusticia y desigualdad en una Colombia controlada por intereses de los terratenientes hace más de 50 años, se habían convertido en un grupo narco-terroristas que controlaba el crimen, el tráfico de armas y de drogas fomentando una lacra que tanta violencia y destrucción ha causado en la propia Colombia y en otros países como México.
Las FARC llegaron a crear un estado dentro del estado colombiano y su sometimiento a negociar un acuerdo de paz con tintes de rendición comenzó cuando los responsables políticos colombianos le hicieron frente y acompasaron la opción del diálogo con una acción militar, decidida y contundente, con el valiosísimo apoyo de Estados Unidos, con múltiples recursos en todos los sectores. No hay que olvidar que uno de los países con más consumo de cocaína es precisamente el norteamericano. Para llegar al final de la violencia ha sido necesario dar pasos muy delicados en cuanto a la amnistía para los guerrilleros, la incorporación de las FARC a la vida política y, lo que más llamamos la atención, la reintegración a la vida civil de los que han estado involucrados en la violencia. Punto fundamental para el futuro de Colombia para evitar la violencia que sufre, por ejemplo, El Salvador.