Siempre he sostenido, y creo haberlo escrito en más de una ocasión, que la realidad supera con creces a la ficción y cómo la opinión pública es, al menos para mí, todo un misterio y más la americana.
Fue, basándome en estas impresiones, carentes de toda ciencia, lo que me llevó a no descartar el triunfo de Trump. Debo confesar, no obstante, que nunca pensé que su triunfo, si se producía, iba a ser de tal calibre, tan radicalmente incontestable después de una campaña plagada de chabacanería, tan soez, tan despoblada de principios y valores y sí plagada de un pragmatismo y un simplismo que asusta.
Con todo, millones de ciudadanos americanos han apostado por el desafío porque Trump ha desafiado a todo y a todos y ahí está, al mando del país más poderoso del mundo, el que más premios Nobel -cuando eran serios- ha aportado al mundo, el que puede presumir de tener las mejores Universidades, los científicos más celebres, periódicos de referencia para el conjunto del planeta... Ahí está, en la Casa Blanca y dominando las cámaras.
¿Cómo se ha llegado a esto? ¿Cómo es posible que analistas, politólogos, sociólogos, periodistas ilustres de EE.UU, y de fuera de EE.UU, no lo vieran venir y ni siquiera intuirlo? ¿Qué ha ocurrido que el Presidente más y mejor valorado de cuantos ha habido en la democracia americana como es Obama tenga como sucesor a Trump?
El análisis más compartido se basa en criterios económicos pero con toda humildad creo que es un análisis simplista. No todos los millones de americanos que han votado a Trump llegan con dificultad a fin de mes, ni todos son una pandilla de incultos ni de desheredados. Si el factor económico fuera el determinante personalmente tendría menos inquietud, pero me temo que el triunfo de lo imprevisto se debe a otros motivos más sutiles, más profundos que dejo a los expertos -supuestos expertos- el análisis más profundo de por qué ha ocurrido lo que ha ocurrido.
La democracia americana es una democracia vieja y, por tanto, sabia. Funciona el contrapoder y hay que esperar que la parte más sensata de ese gran "partido" que es el republicano, se imponga y obligue a Trump a desvestirse del traje estrafalario con el que ha ganado las elecciones.
En el otro lado están los demócratas con una Hillary lógicamente devastada. Los resultados les van a obligar a una profunda reflexión porque una cosa es perder las elecciones y otra bien distinta perderlas con la contundencia que las han perdido. Confieso que estos también me generan inquietud. ¿Cómo es posible que en la demócrata California haya ganado la aplicación rápida de la pena de muerte?
¿Cómo es posible ser adalides de la defensa de los derechos humanos y permitir los crueles e inhumanos corredores de la muerte? ¿Cómo se puede afirmar que en suelo americano no se practica la tortura y al mismo tiempo permitir que sean ciudadanos americanos los que la practican en Guantánamo? ¿Cómo se explica que bajo el mandato de un Presidente negro haya aumentado la violencia contra los negros? Con la que está cayendo, algunos dirán que estas cuestiones que afectan directamente al valor incuestionable de la vida y de la dignidad de la misma, son minucias, casi cursilerías.
Para los bobos que aún quedamos por ahí perdidos, son cuestiones esenciales. Para que no todo sean interrogantes, añadir que, una vez más, nos ha llegado desde EE.UU una lección de patriotismo. ¿Se imagina alguien en España un discurso de despedida como el que hizo Hillary Clintón al asumir su derrota". "Trump es nuestro Presidente", dijo.
Se está imponiendo el análisis economicista del resultado electoral de los EE.UU. Es obvio que no se puede ni se debe prescindir de ello pero me mantengo en la idea de que tras el triunfo del desafío del que no se libró la poderosa cadena televisiva FOX, se impone la reflexión que, intuyo, va más allá de los números.
Hace algún tiempo escuché decir -y lo apunté- a un destacado empresario español buen conocedor de los medios de comunicación que "los cambios, el cambio, solo existe para aquellos que no están atentos". Deberemos redoblar la atención de cuanto acontece a nuestro alrededor. Habrá que hacerlo con menos sofisticación a la hora de analizar la realidad o aceptar que la realidad que vemos es una realidad trucada. Si no estamos certeramente atentos, el desafío triunfante de Trump puede traernos otros que pueden helarnos la sangre.