De toda la vida de Dios, expresión que utilizan incluso los no creyentes que cuando quieren blasfemar no tienen más remedio que acordarse de él como si existiera porque no te puedes cagar en la nada, la gente celebra estas fechas si lo desea y en caso contrario no lo hace, pero deja de dar el coñazo a los que disfrutan con ellas.
Hay tanto tonto esférico en las administraciones públicas y otras asociaciones que viven gracias al dinero de los contribuyentes, que no les basta con irse de putas ese día o emborracharse al son de la internacional, sino que pergeñan alternativas a estas fiestas y hablan de una Navidad pagana, porque se resisten a llamar de otra guisa a un sarao que organicen el día 24 de diciembre.
Incluso los humoristas sin gracia que han surgido como setas y que ahora en vez de contar chistes dicen que hacen monólogos, están estos días repitiéndose hasta la náusea con lo insoportable que es la navidad y lo difícil que es aguantar una cena con sus “cuñaos”, cuando a buen seguro son ellos los insufribles porque cuando alguien va por la vida creyéndose que es ocurrente acaba rompiéndole las pelotas a quienes tienen que escucharles con una sonrisa educada.
Por eso yo reivindico algo tan sencillo como el respeto a unos y a otros, sin que forme parte del guión de estos días denostar una tradición milenaria o pretender convertirla en un circo pagano con vestales y mamporreros.
Tener y expresar buenos deseos para los demás en estos días no es solo un gesto educado sino que también expresa una bondad a veces demasiado escasa en nuestras relaciones.
Por eso yo le deseo a todos que estas noches encuentren algún motivo para sentirse mejor y, a ser posible, algo más felices