Desde el viernes, 10 de febrero, al domingo 12 de este mes que acabamos de abrir, los 3128 compromisarios del PP que asistan al 18 Congreso de su partido van a estar mirando una silla y a la persona que se siente en ella, y que no es otra que su secretaria general, Dolores de Cospedal. Su puesto es la única incógnita, el único interrogante que se plantea en la gran cita de los populares, que llega con dos años de retraso. El resto pasará con muchos aplausos y variadas conclusiones, pero sin pena ni gloria. Tanto Martínez Maillo como Pablo Casado pueden estar seguro de las ovaciones.
Las cinco ponencias que van a defender los cinco vicesecretarios generales van a ser aprobadas con muy pocas enmiendas y sí muchísimos votos. No digo que vaya a ser un Congreso a la "búlgara" con adhesiones por encima del 90 pero casi. Mariano Rajoy gobierna a los suyos y les ha mantenido en el poder pese a la dura crisis de los últimos nueve años. Han perdido la mayoría absoluta en el Congreso pero la mantienen en el Senado. Han perdido algunas autonomías pero mantienen Madrid, Castilla y León, Galicia...y lo mismo se puede decir de los grandes Ayuntamientos. Una cuenta de resultados que le hace al presidente del gobierno y del PP poco menos que invulnerable. Y con capacidad para alargar sus mandatos otros cuatro años de forma muy cómoda.
Rajoy sólo tiene que despejar una incógnita ante los suyos: si su número dos en el partido se mantiene en el puesto mientras maneja con el acierto demostrado hasta la fecha la cartera de Defensa, o si deja paso a otro de los dirigentes que quieren esa silla, que no son muchos pero que sí pueden contar con los apoyos de aquellos que, por encima de las siglas y la eficacia en el seno de un partido que está e el poder y no afronta elecciones hasta dentro de varios años, lo que buscan es limar las aspiraciones y el poder interno de la ex presidenta de Castilla la Mancha.
Cospedal es ministra y puede seguir como secretaria general. Como bien ha recordado el presidente gallego, Núñez Feijóo, hay precedentes. Esa es la parte positiva de su aparente apoyo a su compañera; luego dijo aquello de que el puesto de secretaria general exige una gran dedicación, algo que ya no es tan real y que deja al político gallego en medio de la escalera, sin saber si sube o si baja en sus afectos hacia la número dos.
La silla de Cospedal va a ser todo un termómetro de la manera de ser de Mariano Rajoy, el político de los equilibrios, del reparto de poder para que nadie de los que tiene a sus órdenes se sienta más o menos fuerte respecto al resto. Y un hombre que sabe muy bien dónde están las lealtades y los sacrificios efectuados por y para el Partido Popular. Por algo, y no conviene olvidarlo sean cuales sean las circunstancias, lleva 40 años en política.
Lo que parece a todas luces difícil de mantener para la titular de Defensa es su condición de presidenta del PP en Castilla la Mancha. La bicefalia debe ser compatible, la tricefalia ya parece y es demasiado. Cospedal puede que no quiera desprenderse del poder territorial que atesora, pero no va a tener más remedio. Ese puede ser su "sacrificio", su paso atrás. SI sigue de secretaria general junto a Rajoy, algo que parece lo más probable, tendrá que plantear un sustituto para que lleve la dirección de los populares en las cinco provincias de su regíón. Y el nombre que aparece en esa quiniela es el de Vicente Tirado, uno de los tres vicepresidentes del 18 Congreso que van a acompañar a Luisa Fernanda Rudí para dirigir el cónclave.
Hay otra silla que también estará sujeta a las miradas de los tres mil militantes populares: la del incombustible Javier Arenas, que en los últimos tiempos se ha acercado a la secretaria general desde los viejos enfrentamientos en los que estuvieron implicados. Se apuesta por su continuídad entre los elegidos. En doce días las respuestas.