¿Por qué Rivera no es Macron ni puede serlo?
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¿Por qué Rivera no es Macron ni puede serlo?

martes 09 de mayo de 2017, 05:35h

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La llegada de un nuevo presidente en Francia lleva a muchos, sobre todo a los más proclives a Ciudadanos, a creer que la victoria del candidato liberal frente a la ultraderechista Marine Le Pen es un buen augurio para el futuro del líder de Ciudadanos. Nada más lejos de la realidad. Las diferencias son tantas en lo personal, en lo partidario y entre los dos países que hacen prácticamente imposible que se produzca.

En nueve meses Emmanuel Macron ha pasado de ser un dimitido ministro de Economia en el gobierno de François Hollande a presidente de la República francesa. Albert Rivera ha tardado diez años en pasar de la asesoría jurídica de La Caixa a presidente de la cuarta fuerza política de España. Diferencias notables que aumentan desde los orígenes familiares y formativos hasta proyectar dos futuros divergentes de los dos políticos.

Macron estudió Filosofía, Ciencias políticas y se graduó en la Escuela Nacional de Administración, la fábrica francesa de donde salen sus altos funcionarios y una buena parte de su clase política. De allí a la banca Rostchschil como banquero de inversiones en la que se hizo rico. Rivera estudió Derecho y con su título bajo el brazo entró a trabajar en La Caixa para sumarse a un plataforma de Ciudadanos por Barcelona, el germen de lo que hoy es el partido.

Rivera ha negado muchas veces que estuviera afiliado en algún momento al Partido Popular de Cataluña y ha reconocido, casi a regañadientes, que sí estuvo en la UGT, el sindicato socialista. Tal vez ese sea el punto más común que tenga con el político frances que sí ha reconocido que estuvo en el PSF hasta 2016, fecha en la que lanza "En Marche" y declara públicamente: "ya no soy socialista".

El partido de Rivera lleva en política y presentándose a las elecciones desde 2006. No ha ganado ninguna y se mueve entre el ala más liberal del PP y el ala más conservadora del PSOE. Macron no tiene partido, lo tiene que crear y estructurar a toda prisa de cara a las elecciones legislativas del próximo junio. Y ha ganado a la primera, si bien es verdad que favorecido por el sistema francés de doble vuelta.

En Francia, los dos partidos clásicos han perdido. Y otro, tan clásico como los primeros o más, el Partido Comunista ha logrado el ansiado "y sorpasso" que no se ha producido en España. Arriba de los Pirineos el candidato del PSF, en el gobierno, se ha derrumbado pasando a un cuarto lugar. En España el PP, que gobernaba, ha ganado por dos veces y sigue gobernando.

François Hollande renunció a presentarse y su delfín, Manuel Valls, perdía en unas primarias que ya auguraban el desastre que se ha producido, sobre todo cuando ya en campaña el propio y derrotado Valls se declaraba dispuesto a votar a Macron. Aquí, Mariano Rajoy no ha dimitido y a su "delfín" ni está, ni se le espera. Ha perdido la mayoría pero sigue en cabeza y el PSOE, pese a perder y perder, sigue segundo. El PCE, transmutado en Izquierda Unida y después en Podemos ha subido y mucho pero sigue soñando con el famoso "sorpasso".

Nuestro Rivera ha sido un buen nadador, ganador de competiciones en Cataluña. Su Macron ganó premio de piano. Albert tiene una hija de su relación con la que fuera su novia desde la adolescencia. Emmanuel no tiene hijos propios pero si asume los tres y siete nietos del primer matrimonio de su mujer Brigitte, a la que conoció con 16 años y ella con 39 cuando era su profesora de francés en el instituto.

Pasadas las presidenciales, los dos finalistas, Macron y Le Pen, se enfrentan a unas decisivas elecciones legislativas desde dos posiciones muy diferentes: la líder de la ultraderecha va a cambiar el nombre de su formación para intentar convertirlo de una vez por todas en un partido conservador que pueda ganar unos comicios. Ha avanzado mucho más que su padre pero su sombra le persigue. El nuevo presidente va a hacer lo mismo, su partido pasará a llamarse La República en Marcha, una curiosa forma de unir la idea de Francia desde el general De Gaulle a las dos letras de su nombre y apellido que sirven de acrónimo a la formación. Es consciente de que tiene que construir el suyo prácticamente desde cero, basándose en su victoria y en su carisma en las grandes ciudades ( en París obtuvo casi el 90% de los votos ) y mezclando a antiguos socialistas con dirigentes regionales y locales que salgan de Los Republicanos de Sarkozy y Fillón en busca de nuevos tiempos. Toca "robar" adeptos de todos los lados.

Emmanuel Macron, su guardia pretoriana y sus aliados financieros puede que hayan estudiado lo ocurrido en España y lo hayan adoptado en Francia con mucha más sabiduría y acierto. Aquí vieron el ensayo y aprendieron el camino: redes sociales, mensaje directo a los jóvenes, aprovechamiento máximo de los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, y entierro del pasado y las figuras que lo reflejan. Y ganar a la primera, sin miramientos. Estrategia a caballo entre Podemos y Ciudadanos y consciente de que para llegar a la segunda vuelta, en la que todos colocaban a Marine Le Pen, y ganar necesitaba primero desarbolar al favorito Fillón. Unos datos sobre los contratos de su mujer filtrados en el momento preciso y el candidato que se presumía ganador y presidente pasó al tercer lugar. El camino estaba despejado.

Por eso Albert Rivera no puede imitar al frrancés. Ya ha perdido dos elecciones y ni siquiera se ha aproximado a la cabeza. Está fuera de las decisiones pese a que "venda" que influye en ellas. Macron entró y salió del gobierno del peor presidente de Francia, sin complejos, vendiendo sus ideas. Al líder de Ciudadanos le asusta "mojarse" en un Gabinete, prefiere estar a la espera. Y desde esa sala de hospital no se alcanza el poder. El catalán mezcla de barcelonés y malagueña sin duda sabe nadar. Su hoy espejo en el que mirarse no solo sabe nadar, es un tiburón ilustrado de enormes y afilados dientes.

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