Los jueves, milagro o cuando Moncloa se acordó de Berlanga
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Los jueves, milagro o cuando Moncloa se acordó de Berlanga

lunes 16 de octubre de 2017, 21:40h

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Existe un enamorado/a del cine en el complejo de La Moncloa. Estoy seguro ya que sólo desde el conocimiento profundo del séptimo arte español se puede haber dejado para el jueves 19 de octubre la solución del enredo catalán, con su montaje de artificio, sus protagonistas de sainete hispano y sus dos finales posibles que desembocarán, como ocurrió con el film en un fracaso cantado.

Este erudito/a ha colocado la fecha en un cumpleaños emblemático: ese día hará sesenta años de la finalización del rodaje de "·Los jueves, milagro", la película más desastrosa de Luís García Berlanga, que sufrió tantos cortes y tantos montajes - según descubrió Manuel Hidalgo hace unos años - que el Ester o dos años más tarde resultó un claro fracaso de taquilla y espectadores. Se veía venir, dijeron todos los protagonistas, desde el director a los actores como Pepe Isbert, Mariano Ozores, José Luís López Vázquez o Félix Fernández. Se veía venir y llegó gracias a la intervención de un sector de la Iglesia, por aquello de que la película iba de falsos milagros, y de un final que no era el previsto por su director.

Lo que soporta el "problema catalán" de la independencia es una crisis económica como la copa de un pino: 75.000 millones de euros de endeudamiento de los que 55.000 son con el Estado. De igual manera que en la película de Berlanga toda la mentira se inicia con un pequeño pueblo en la ruína y la salida que ven para salir Dee la misma: una aparición milagrosa del santo del lugar que, curiosidades de la historia, es San Dimas, el buen ladrón criucificado junto a Jesús, pero ladrón al fín y al cabo.

Los que se conjuran en la trauma ideada por el director son la mejor y y más completa representación de los poderes locales: el alcalde, el maestro, el médico, el terrateniente y el dueño del balneario cuyas "milagrosas" aguas van a salvarles de la crisis.

A los conjurados de la ficción de 1957 podemos ponerles rostros de los conjurados reales de 2017. Veamos: el alcalde y sus bandos ciudadanos, sin duda, es Puigdemont. El maestro que explica la historia del santo y el origen del misterio le cuadra a Forcadell, la presidenta del Parlament como una concesión a la modernidad. Al médico que aplica el "santo" remedio podemos colocarle la cara de Trapero. El terrateniente que siempre está presente pero busca las sombras tiene en Jordi Pujol a su mejor actor. Y el dueño del balneario y sus aguas listas para "curar" no debe ser otro sino Junqueras, que en el fondo no trata de saslvar al pueblo y sí a su propia y singular empresa.

Existen dos papeles cruciales en la película, el tonto que tiene que "tragarse" el milagro y pregonarlo entre sus conciudadanos y el postrer "mago" que cerrará el círculo y convertirá la mentira en realidad. Mauro, que era el tonto para Berlanga - reconvertido en Artur Mas para estos días - tiene dos rostros en esta Cataluña de hoy: los de los presidentes de Omnium Cultural y la ANC, los dos Jordis que terminarán "comiendose" todos los "marrones" que van a ser muchos. Y para el papel de mago, que en la última versión cinematográfica era el auténtico Dimas llegado del cielo, existen varios aspirantes. Voy a proponer al ingenio de los que hayan llegado hasta aquí en la lectura tres opciones: la primera, un banquero con larga experiencia y acreditado espíritu religioso; un político de nuevo cuño pero perseverante en su ambición y bien dispuesto a dejarse aconsejar; y un tecnócrata con muchas aspiraciones y alguna frustración en su equipaje pero muy relacionado con los auténticos dueño del dinero universal. Elijan nombre y a esperar.

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