A estas alturas de la película, no creo necesario acudir a las estadísticas del CIS para darnos cuenta de que la mayor preocupación de los ciudadanos es el paro. Casi 5 millones de hombres y mujeres deambulan fuera del mercado laboral y sus dramas personales no pueden simplemente enmarcarse dentro de las cifras de los servicios públicos de empleo o de la Encuesta de Población Activa. Deben remover las conciencias de los que, pese a tener desde hace años la responsabilidad de atajar sus problemas, no han hecho más que agravarlos.
Porque el problema del paro en España es cierto que tiene su origen en la crisis. Pero también es verdad que, desde que comenzó en el 2008, poco se ha hecho -por no decir nada- a favor de los que pueden poner freno a esta lacra, es decir, a favor de los que pueden generar empleo. Y es ahí donde radica el quid de la cuestión porque, por si alguno aún no se ha dado cuenta, para que un trabajador firme un contrato primero y detrás debe haber un empresario o un autónomo. Y es en este punto crucial donde creo que el Gobierno, la patronal y los sindicatos están disparando a boleo con sus reformas laborales y con sus cambios en la negociación colectiva. Me parece que los que debían arreglar el problema del paro han mantenido los brazos cruzados ante la destrucción de más de 300.000 negocios, que son los que han desaparecido desde la crisis. Si cada vez hay menos empresas, es natural que continúe y no se logre acabar -en una especie de espiral sin fin- con el drama de millones de españoles sin trabajo.
Hay algún ministro que debe ser aficionado a las novelas de Harry Potter y pensar que una especie de barita mágica reactivará la economía este año con lo que las empresas, por arte de birlibirloque, comenzarán a vender más y a contratar trabajadores. Su fórmula maravillosa se reduce a esperar y hacer equilibrios con el presupuesto del Estado. Esto es, cuanto menos, infantil ya que me parece imposible reactivar la economía sin hacer nada para ello.
La Federación que presido aportó en su día –y sigue haciéndolo actualmente- unas cuantas ideas para no tener que acudir a Lourdes y darle la vuelta a la situación actual. Muchas de ellas las han incorporado algunos partidos a sus enmiendas a la reforma de las Políticas Activas de Empleo y se centran, obviamente, en el impulso a los autónomos. Este apoyo ha de hacerse de manera diferenciada, ya que es un colectivo con necesidades y problemas muy diferentes al de las grandes empresas aunque muchos se empeñen en meternos en el mismo saco. Favorecer a los autónomos, no poner obstáculos a su pervivencia, es la mejor manera para mantener y generar empleo estable cuando los mercados internacionales han perdido la confianza en España, los capitales extranjeros se quedan a las puertas de nuestras fronteras, nuestras grandes empresas hacen negocio fuera de España y las exportaciones apenas si cubren el déficit por cuenta corriente. Sin abogar por ningún tipo de autarquía, sería bueno que mirásemos dentro de esta piel de toro y que nos demos cuenta del papel tan esencial que realizan los autónomos en nuestra economía.
Los autónomos tenemos contratados al 40 % de todos los asalariados de este país y aún hay recorrido para más porque hay 1,2 millones de microempresas que no cuentan con ningún asalariado a su cargo. Lástima que, debido precisamente a que nadie les ayuda, prácticamente todos ya han dicho en las encuestas que realiza mi Federación que este año se van a quedar como están y que no van a contratar a nadie. Me pregunto que pasaría si el Gobierno diera en el clavo con alguna medida que permitiera a cada uno de este millón largo de autónomos sin trabajadores contratar su primer empleado. Aunque sólo lo hicieran el 10 % se generarían 120.000 puestos de trabajo. Me temo que es algo que nadie ha meditado.
¿Dónde se encuentra el problema?
Pero vayamos por partes. Creo oportuno analizar primero dónde se encuentran los problemas para volver luego a proponer algunos arreglos esenciales. En primer lugar estudiemos el papel que han jugado las administraciones públicas en esta debacle. Es totalmente imposible que pueda subsistir un autónomo y mucho menos que contrate a asalariados si las administraciones públicas siguen adeudándonos 13.300 millones de euros. Las microempresas son el eslabón más débil de la cadena y basta con que un autónomo no cobre una factura de 40.000 o de 50.000 euros para que su pervivencia se ponga gravemente en riesgo. Catalunya, Valencia, Andalucía y Madrid concentran el 57,6 % de esa deuda y es ahí donde precisamente se está destruyendo más tejido empresarial pese a que siempre haya valientes que se lancen a la aventura de crear negocios y los saldos no parezcan tan negativos. Por este motivo, se puede decir que la raíz pivotante de la destrucción de empleo entre los autónomos está en las administraciones públicas.
¿Qué ha hecho al respecto el Gobierno? Pues nada. No ha acometido un verdadero programa de austeridad que permita a estas administraciones destinar sus recursos a pagar sus deudas y generar actividad. Sigue impasible ante los despilfarros en gastos corrientes y en salarios. Continúa alimentando diputaciones provinciales inútiles cuyos recursos se gastan fundamentalmente en personal. Además no ha hecho nada ante el fragrante incumplimiento de la Ley de Morosidad por parte de ayuntamientos y comunidades autónomas que siguen pagando a sus proveedores a 167 días, en vez de a 50. Por su parte, el Gobierno directamente se salta la norma al no crear la línea ICO ayuntamientos para facilitarles estos pagos, tal y como establece la ley.
Por si no fuera bastante todo esto, hay que añadir la dureza de un Ejecutivo que se niega a tramitar el proyecto de ley aprobado por el Parlamento para que los autónomos abonemos el IVA cuando se cobra la factura, ignorando además una directiva comunitaria. Yo, a estas alturas, no puedo más que calificar esta actitud como de insensibilidad hacia uno de los grandes problemas de los autónomos. No sólo no cobramos sino que adelantamos a Hacienda 1.638 millones de euros en concepto de IVA de facturas no cobradas. Eso sí, no le cuentes al erario público que no puedes pagar tus cotizaciones o tus impuestos.
Ellos se pueden retrasar en lo que te adeudan y exigir que les adelantes el IVA, pero tú no puedes demorarte o negarte a pagar tus impuestos porque te arriesgas al embargo. Como solución intermedia propusimos -y algún partido político lo llevó al Parlamento-, que los autónomos pudiéramos compensar lo que nos deben las administraciones con lo que adeudamos a Hacienda y a la Seguridad Social. Bueno, pues tampoco esto ha gustado al Gobierno. Mientras tanto, hay miles de empresas que siguen cerrando y que van despidiendo a sus trabajadores porque no ingresan lo que les deben, tienen que hacer frente al pago de sus impuestos y a sus gastos corrientes.
Si digo que el Gobierno es el gran factor de la destrucción de empleo es porque es uno de los responsables, por no decir el principal, de que tampoco fluya el crédito. Hemos oído como algún ministro echaba la culpa de la crisis a las entidades financieras. Y seguro que la tienen en buena parte, pero no en toda. Si bancos y cajas no prestan dinero es también porque no se ha acometido una profunda reforma del sistema bancario español, porque desde el Ejecutivo no se han planteado bien las cosas y tan sólo se han lanzado planes de ayudas y rescates que nos están costando mucho dinero a los españoles. No quiero ni pensar si todo el dinero, o una parte, que se ha entregado a las entidades financieras --y que va a ser a fondo perdido- se hubiera destinado a financiar a los autónomos. Mucho del empleo destruido aún se mantendría. Estoy seguro que en España no habría ahora 5 millones de parados.
Las líneas ICO
Pero además, las líneas ICO que se pusieron en marcha con tanto bombo y platillo han resultado ser un auténtico fracaso. La línea ICO Directo, que debía haber financiado a 70.000 autónomos –según previsiones de la vicepresidenta económica del Gobierno, Helena Salgado- apenas si ha llegado a 10.000 microempresas, cuando hay aproximadamente un millón que necesita con urgencia liquidez. Ya se lo avisamos al ICO. Una línea de crédito pública no puede funcionar bien si impone condiciones de acceso más duras que las entidades privadas. A nadie le puede parecer normal que sólo el 20 % de los autónomos que han solicitado un crédito se lo hayan dado sin problemas. A mi me parece imposible que en España haya tan pocas empresas viables.
Con lo que llevo dicho hasta ahora el panorama de los autónomos puede resumirse en una simple suma de agravios: no nos pagan, adelantamos impuestos, no podemos compensarlos y, además, tampoco podemos financiarnos. ¿Es posible así subsistir y crear empleo?
Vayamos a otro factor: la economía sumergida. Mientras Trabajo y Hacienda vigila con mucho interés a los ciudadanos que pagamos impuestos porque aparecemos en sus listados, el Gobierno lanza un plan contra el empleo sumergido que se olvida de lo más esencial: atajar las actividades irregulares, esas que son más difíciles de seguir porque no están en ningún fichero. En nuestro país hay un millón de empresas fantasma y de actividades irregulares que parece que nadie tiene interés en aflorar mientras realizan una competencia desleal hacia los autónomos que cumplen con sus obligaciones fiscales. ¿Cuántos asalariados hacen trabajillos por las tardes, cuántos trabajadores de la construcción no están dados de alta porque no les llega para pagar la cuota? Yo no pido que se les persiga sino que se les regularice para que no se pierdan esas cotizaciones y para evitar que otros autónomos caigan en la tentación de pasar a la economía sumergida para ser más “competitivos”.
Podría estar hablando mucho más de lo que se hace mal pero como dijo aquel si no eres parte de la solución, eres parte del problema. Los autónomos podemos ser la solución de la crisis aplicando una sencilla ecuación: a más autónomos más autoempleo y a más autónomo contento más empleo asalariado. El impulso al trabajo por cuenta propia puede ser la receta que aquel ministro buscaba y no encuentra aunque el Gobierno la ha tenido siempre delante de sus narices.
Yo pienso que bastaría con que se revisase el sistema fiscal para que, por ejemplo, no sigamos pagando unos módulos a niveles del 2007 cuando ahora la actividad ha caído hasta un 30 % según sectores. Bastaría con acometer las reformas del IVA, de la compensación de deudas tributarias. Bastaría con realizar un buen plan de choque para el comercio que sirviera para recuperar las 100.000 tiendas que han cerrado y los 300.000 dependientes que se han ido al paro. Bastaría con bonificar al autónomo que pretende contratar a su primer asalariado y bajar las cuotas a los jóvenes y mujeres en paro que quieren convertirse en trabajadores por cuenta propia. Bastaría con simplificar los trámites para hacerse empresario. Bastaría con articular sistemas públicos y privados que permitan acceder al crédito y al microcrédito. Bastaría con que, desde las administraciones, la escuela y la universidad, se fomentase el autoempleo porque es una lástima que sólo el 5 % de nuestros jóvenes sean autónomos. Bastaría con ser conscientes de que los autónomos somos el verdadero tejido empresarial de este país que vertebran desde las grandes ciudades a los pueblos más pequeños.
No son medidas difíciles, pero hay que tener visión y voluntad de ponerlas en marcha. Quizá es necesario un cambio de mentalidad o un cambio en los que toman decisiones. Los que tuvieron esa responsabilidad durante los últimos tres años y medio no han dado en el clavo. La prueba es que hay 5 millones de parados y no se le puede echar toda la culpa a la crisis.
(*) Lorenzo Amor Acedo es Presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos-ATA