En situaciones de crisis, también política como la actual, con riesgos y oportunidades, responsables públicos de todos los ámbitos y sectores debemos ir de la mano para tratar de buscar las mejores y más eficaces soluciones. Cada uno desde su responsabilidad, pero con toda la decisión y la determinación de la que somos capaces.
España necesita que hablemos más, desde la serenidad, que creamos en el debate y en el intercambio de ideas, con espíritu positivo y siempre con el ánimo de aportar propuestas útiles y rentables para el desarrollo y el bienestar de la sociedad a la que nos debemos.
Nuestro país necesita apoyarse en tribunas como ésta, que contribuyen a generar espacios de entendimiento y de acuerdo entre españoles de distinta ideología y pensamiento, y que permiten el intercambio natural de diferentes puntos de vista.
Necesitamos convencernos de que la fortaleza, el progreso y el futuro de España es una tarea que nos concierne a todos como sociedad. A las instituciones, a los partidos políticos, a colectivos diversos, y al conjunto de los ciudadanos en general. El futuro de España es una responsabilidad compartida en la que todos debemos implicarnos.
Respeto y diálogo en la política
Por tanto vaya por delante que no entiendo otra forma de ejercer la política si no es desde la disposición y el respeto al diálogo, al debate y al entendimiento. Porque ése es el camino que fortalece la imagen y la posición de España, y el único capaz de generar la confianza y la estabilidad necesarias para crear estabilidad y bienestar.
La reflexión que quiero trasladarles parte de una experiencia política personal, que es la mía, que como bien saben ustedes se desarrolla en el País Vasco, donde hemos vivido momentos políticos que merecen ser tenidos en cuenta y valorarlos porque pueden darnos una idea de por dónde deben discurrir las relaciones políticas en los próximos años en el conjunto de España.
Como bien conocen ustedes, hace poco más de dos años los vascos reaccionamos a una forma de gobernar apoyada en la exclusión y la ruptura. Reaccionamos a una forma de gobernar basada en la división social. Y fruto de esa respuesta en las urnas, semanas después llegó el acuerdo entre el Partido Popular Vasco y el Partido Socialista de Euskadi que permitió a Patxi López ser Lehendakari.
Socialistas y, sobre todo, populares vascos fuimos capaces de apartar nuestras diferencias y pensar en lo que conviene al conjunto de los vascos. Porque es verdad que discrepamos en muchas cosas, pero hemos sido capaces de ponernos de acuerdo para defender sin rodeos un marco de libertades y convivencia plural en el que la sociedad vasca pueda desarrollar su auténtico potencial.
Más allá de la gestión, que le corresponde al Lehendakari y a su Gobierno, es evidente que Euskadi ha recuperado en estos dos años normalidad democrática, tranquilidad y confianza. Ese acuerdo entre el Partido Popular y el Partido Socialista ha permitido, al menos hasta la irrupción de Bildu, serenar el debate político, y recuperar el punto de sensatez que cualquier sociedad necesita para construir su bienestar.
Ese pacto, que tanto ha dado que hablar, es un compromiso con la defensa de los derechos democráticos básicos y elementales, que a día de hoy muchos vascos no disfrutan. No es una cuestión ni de derechas ni de izquierdas. Es una necesidad que afecta al conjunto de la sociedad vasca, y por lo tanto lo normal y lo responsable es que todos nos pongamos de acuerdo para protegerlo.
¿Por qué ha llamado entonces tanto la atención el acuerdo entre el Partido Popular y el Partido Socialista en Euskadi? ¿Por el contenido del acuerdo? Rotundamente, no. Todas las fuerzas políticas democráticas, del País Vasco, Cataluña, Andalucía, Galicia y del resto de España podrían firmar la letra de ese acuerdo. No tengo ninguna duda. Porque es compromiso con la defensa de principios básicos y elementales de cualquier democracia.
Pero insisto, ¿por qué ha llamado tanto la atención ese acuerdo entre el Partido Popular y el Partido Socialista en el País Vasco? Por el simple hecho de acordar, por el simple hecho de que dos partidos rivales y con proyectos diferentes reconozcan que comparten responsabilidades y que comparten compromisos en el ámbito de su actuación pública.
No llama la atención el contenido del acuerdo. Llama la atención el ejercicio de acordar y de pactar entre dos fuerzas que disputan arduamente en toda España. Y este reconocimiento, la extrañeza que en muchos casos produce el pacto, nos debería llevar a una reflexión.
Un pacto de Estado por la defensa de los valores democráticos
Los políticos tenemos la responsabilidad de dar ejemplo y demostrar que la política no está reñida con el diálogo, el entendimiento y el acuerdo. Al contrario. Tenemos la obligación de demostrar que se puede defender aquello en lo que se cree desde la moderación, la normalidad y la sensatez. Hay que desconfiar de los políticos que necesitan del ruido y de la bronca para hacerse oír. Porque ocultan su incapacidad y su escaso sentido de país.
Les pongo el ejemplo vasco porque creo que ése es el ejercicio de la política que debe extenderse en nuestro país. Nuestras diferencias políticas no pueden bloquear nuestras coincidencias, mucho menos cuando son necesarias y beneficiosas para el conjunto de la sociedad a la que nos debemos y representamos.
La defensa de los valores democráticos más elementales, la misma libertad individual de las personas, la deslegitimación de los planteamientos que sustentan el terrorismo, no pueden ser cuestiones que nos diferencien. Claramente son asuntos que nos unen y cuya defensa es responsabilidad de todos. Y es una obligación y una responsabilidad pactar y acordar coincidencias que claramente benefician a nuestra sociedad.
También España atraviesa un momento delicado, de fuerte desconfianza hacia nuestra economía, y que requiere del esfuerzo y el apoyo de todos para intentar superarlo. Y los políticos debemos dar ejemplo. No podemos estar siempre como el perro y el gato. Estamos en medio de un escenario de profunda desesperanza social, que arrastra cinco millones de personas en el desempleo, y que presenta unas expectativas poco alentadoras en el corto plazo.
Me habrán escuchado en más de una ocasión decir que el interés de España necesita del acuerdo entre el Partido Popular y el Partido Socialista en las grandes cuestiones que afectan a este país. España necesita grandes pactos de Estado. Lo digo convencido.
Hay cuestiones que no pueden resolverse sin un gran pacto de los dos grandes partidos, y la responsabilidad debería obligarnos a ambos a buscarnos más en el diálogo y en el entendimiento político. Una de nuestras responsabilidades fundamentales es la de alcanzar acuerdos en las grandes cuestiones que afectan al país. Es una exigencia ciudadana y una de nuestras principales responsabilidades.
La política no puede conducirse por una visión cortoplacista en la que prime siempre más la rentabilidad electoral de unas determinadas siglas que el beneficio colectivo de toda la sociedad. La política no puede convertirse tampoco en el lío de los políticos, en un toma y daca permanente que se desentiende de buscar solución a los problemas.
Muy al contrario, tiene que fundamentarse en una libre confrontación de ideas y proyectos, sin otro animo y objetivo que favorecer de la mejor manera posible a los intereses y necesidades ciudadanas. Y este noble oficio político debe ejercerse sirviendo leal y honradamente esos principios. Los políticos debemos ser parte de la solución y no parte del problema, como desgraciadamente nos señalan amplios sectores de nuestra sociedad.
Una etapa de cambio
España necesita asentar guías de comportamiento político distintas. Por ir a lo concreto. El resultado electoral del pasado 22 de mayo ha dejado claras muestras de una tendencia de cambio político en España vía gobiernos autonómicos y municipales, que previsiblemente será confirmada en las próximas elecciones generales, sean en octubre, en noviembre o en marzo del año próximo.
Estamos pues en puertas en una etapa de cambio, en puertas de un momento de inflexión en la política de España. Otra más en los más de 30 años de democracia que hemos recorrido desde los años de la Transición. Pero bien es cierto que este nuevo ciclo político llega en medio de un contexto de crisis económica de consecuencias muy graves para amplios sectores de la sociedad española.
Por eso precisamente creo que es bueno que todos seamos capaces de asumir con naturalidad y responsabilidad democrática el momento que se abre, en las circunstancias que nos rodean, y que todos seamos responsables para interpretar con normalidad el cambio de ciclo político que empieza a marcarse en nuestro país.
El juego democrático se enriquece con la fortaleza de un Gobierno que asume su responsabilidad y trata en todo momento de desarrollarla con acierto, y también con una oposición consciente de lo importante que resulta su aportación para la estabilidad y para una ordenada y necesaria función de control a la acción de gobierno.
Créanme cuando les digo que es importante que todos asumamos con naturalidad y responsabilidad las reglas del juego democrático y, permítanme la expresión, que haya cierto fair play cuando la sociedad española toma la decisión de cerrar un ciclo político y abrir otro nuevo de signo distinto.
Tenemos la obligación de cultivar el respeto democrático para que la sociedad en su conjunto asuma con naturalidad lo que efectivamente es natural. No sólo natural, también conveniente y necesario. El cambio de Gobierno es un ejercicio natural de la democracia muy saludable, y como tal hay que entenderlo, valorarlo y asumirlo.
Y les decía que todos tenemos que ayudar a que sea así. Porque todos tenemos responsabilidad y porque ese es el escenario en el que vamos a estar en muy pocos meses. Hay que prestigiar las reglas de la democracia, hay que ser respetuosos con la alternancia política, porque eso contribuye también a mejorar la imagen de nuestro país.
La alternancia enriquece la democracia, la revitaliza y la fortalece. Los vascos lo sabemos muy bien. No es bueno que gobiernen siempre los mismos y no es bueno que quienes no son capaces de ofrecer soluciones sigan gobernando. Y esos cambios hay que asumirlos y valorarlos desde la tranquilidad y la normalidad.
Y lo digo siendo consciente de que la discusión entre partidos se acalora con facilidad, donde los decibelios políticos rozan muchas veces los límites de lo racional. Tenemos que ser capaces entre todos de introducir mayor sensatez y normalidad en las relaciones entre los diferentes partidos políticos.
Partido Popular y Partido Socialista defendemos y representamos proyectos políticos y económicos distintos. Pero ambos tenemos una obligación con la estabilidad de España, y compartimos la responsabilidad de arrimar el hombro en cuestiones que nos afectan a todos por igual. Seamos gobierno o seamos oposición, defendamos unas siglas o defendamos otras.
La prevalencia del interés general
Hay determinadas cuestiones que afectan al interés general que no pueden llevarse al terreno de lo irreconciliable. Y los partidos debemos ser conscientes de ello y acordar una acción política conjunta y sin fisuras. La mejor prueba de ello la tenemos en el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo.
Pocos instrumentos cuando se han cumplido han demostrado más eficacia para hacer perder la esperanza a ETA. Lo he dicho muchas veces porque estoy convencido de ello. España gana mucho más en el acuerdo entre los dos grandes partidos, gana mucho más en el entendimiento entre el Partido Popular y el Partido Socialista que en la bronca y el desencuentro permanente y diario, de la misma manera que se gana también con acuerdos abiertos con otras formaciones locales en el ámbito local.
Como les decía, la tendencia política apuntada en las elecciones del pasado 22 de mayo está apuntando un cambio de Gobierno en España que acerca a mi presidente, a Mariano Rajoy, a La Moncloa. Estoy convencido que este cambio va a tener consecuencias muy positivas para nuestra economía y para fortalecer nuestra posición como país en la Unión Europea. España va a ganar pulso político, va a ganar confianza y eso lo van a notar pronto los españoles.
Y permítanme que les diga una cosa. También estoy seguro de una cosa. Mariano Rajoy va a ser respetuoso y defensor de la política de pactos que, como el firmado en el País Vasco por el Partido Popular y el Partido Socialista, buscan prestigiar la democracia y favorecer las condiciones básicas para una convivencia en paz y en libertad de todos los vascos.
Mariano Rajoy ha sido firme defensor del pacto firmado en Euskadi estando en la oposición, avalando desde el primero momento ese entendimiento, y va a ser firme defensor de ese tipo de política estando en el Gobierno de España. Seguramente también con el compromiso de agrandarlo y abrirlo al mayor respaldo político posible.
La realidad política y social del País Vasco requiere pactos y acuerdos estables, de amplio consenso, capaces de aportar la estabilidad y la solidez que requiere un marco democrático de convivencia. La coincidencia política en Euskadi es más amplia que la que puede reflejar el acuerdo suscrito por Partido Popular y Partido Socialista. Hay más vascos que piensan y defienden la letra de esos compromisos que los que representamos socialistas y populares.
Y precisamente por eso estoy convencido que Mariano Rajoy va a poner todo su empeño por asentar en una política de acuerdos entre por el interés general. Mariano Rajoy sabe que hay margen de entendimiento entre las fuerzas democráticas vascas y ese va a ser, sin duda, uno de los objetivos de su Gobierno.
Dicho esto, todos debemos asumir la responsabilidad que nos corresponde con los intereses generales de la sociedad a la que representamos. Gobernará quien merezca gobernar en opinión de los ciudadanos, que son en definitiva los que deciden el lugar que debemos ocupar cada uno de los que nos dedicamos al desempeño de la política.
Normalizar relaciones Gobierno-oposición
Pero es necesario hacer un esfuerzo entre todos por normalizar las relaciones entre Gobierno y oposición en todos los niveles de esta España plural. A nivel nacional es imprescindible mayor esfuerzo por buscar el acuerdo entre el Partido Popular y el Partido Socialista en temas que nos afectan al conjunto de los españoles. Porque ese acuerdo crea estabilidad, produce confianza y, sin ninguna duda, fortalece la imagen de España, que buena falta nos hace en momentos tan difíciles y complicados como los de ahora.
La dirección del PSOE que tome el relevo a Rodríguez Zapatero debería coincidir en este objetivo. En esa regeneración de la política, en esa búsqueda de acuerdos que sean buenos para el interés general y no para los réditos partidarios. Los acuerdos que se firman para excluir no valen. Los dos grandes partidos tenemos que estar unidos y acordar las cuestiones que favorecen al conjunto de la ciudadanía.
La tarea de construir tiene que ser compartida, cada uno desde su responsabilidad. Porque sin duda hay cuestiones trascendentes que necesitan apoyarse en acuerdos con altura de miras. Y para ello hace falta regenerar la política española con redefinición de prioridades, actitud de los que somos políticos y cambios en la elección de nuestros representantes.
Por tanto, asumamos que a nivel del conjunto de España, los dos grandes partidos la tarea de buscar el acuerdo y el entendimiento político en aquellas cuestiones que fortalezcan el sistema democrático y den estabilidad a las políticas básicas. Porque no sólo es posible, sino que es necesario y se ha demostrado que cuando se consigue, ganamos todos. Y para eso, se debe asumir que los intereses generales están por encima de los intereses de partido.
España tiene por delante unos meses muy importantes también en el crucial ámbito económico para sacudirse las sospechas que algunos países de la Unión Europea insisten en colocar sobre la capacidad de nuestra economía. Y la mejor manera de hacerlo es actuar con eficacia, determinación, decisión y con paso firme.
Y España tiene por delante también afrontar con serenidad y responsabilidad una convocatoria electoral que a buen seguro marcará un cambio de Gobierno. Me gustaría que todos fuésemos capaces de asumir que el futuro de este país es una responsabilidad compartida por todos, y que todos estamos obligados a arrimar el hombro.
Regenerar la política entre todos
Entre todos tenemos que prestigiar el acuerdo y el pacto que favorece el interés ciudadano. Entre todos tenemos que regenerar la política. No hay que tener miedo ni reparo a entenderse cuando de lo que hablamos es de mejorar las condiciones de nuestros ciudadanos. Hay que normalizar las relaciones políticas, y eso pasa por reconocer que también tenemos coincidencias y que somos capaces de defender unos mismos objetivos y unos mismos intereses. Y en estos acuerdos los intereses partidarios pintan menos.
Hay que dejar de pensar tanto en las siglas propias o en la destrucción de las rivales. Hay que trabajar por sacar a España de la posición de desconfianza en la que se encuentra. Este país necesita ser garantía de estabilidad, y ese trabajo tenemos que asumirlo con una nueva manera de entender y actuar en el ámbito público. Porque todos tenemos que aportar para regenerar esta actividad que fortalece el sistema y las instituciones.
Me gustaría que mi reflexión se tome como un gesto de respaldo a una forma de entender la política que estoy convencido se abre paso en España y que comparte la necesidad de acordar por el interés común. Que se abrió hace dos años en el País Vasco, que llamo mucho la atención, pero que va a servir también para abrirse espacio en el conjunto de nuestro país.
Que entiendan mi humilde testimonio como apoyo a una política que sí cree en las personas, que sí cree en el diálogo y que sí cree en el entendimiento. Que no somos lo mismo y que discrepamos, es verdad y eso es bueno, pero que esa diferencia nos tiene que servir para sumar y no para restar. Nos tiene que servir para entendernos y no para romper. Y que tenemos diferencias pero también tenemos coincidencias.
Los partidos hemos de coincidir en que hay cuestiones capitales que afectan a la prosperidad, a la democracia, a su desarrollo y su propia estabilidad que no pueden estar permanentemente al borde del abismo. Tienen que acordarse. Y es responsabilidad de todos remar para consolidar en España un escenario de estabilidad y de confianza institucional que permita afrontar los problemas con mayor serenidad y sentido común.
No es tiempo de mirar atrás y enredarnos en reproches. Nuestros esfuerzos deben concentrarse en el presente y en el futuro, imponiendo desde la sensatez un nuevo modelo de relaciones entre los partidos de ámbito nacional, más normalizadas y con mayor sentido de Estado. España es un gran país y todos debemos asumir la responsabilidad que nos corresponde para que siga siendo así.
(*) Antonio Basagoiti es presidente del Partido Popular del País Vasco.