“Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a juzgar el pasado”.
Friedrich Nietzsche.
Estoy convencido de que así será. Y la convicción es condición sine qua non de la confianza, el intangible más ansiado en estos momentos de desconcierto e incertidumbres. Sin embargo, no basta con estar convencido de que la recuperación es algo más que una posibilidad, sino que cada uno de nosotros debe trabajar desde su posición para que así sea.
Tenemos que dar pasos firmes y ordenados para avanzar hacia un nuevo período de crecimiento, que ya no podrá ser como el anterior, sino que habrá de incorporar las enseñanzas derivadas de la actual crisis. La primera y más importante de ellas es, a mi juicio, la sostenibilidad del propio crecimiento.
Hasta la fecha la sostenibilidad ha sido entendida como la preocupación por incorporar a la gestión económica sus interacciones con el entorno medioambiental y social. Aunque se articula sobre el concepto de la triple cuenta de resultados (económica, medioambiental y social), la sostenibilidad ha operado sobre la primera a través de las otras dos. La variable económica, la más importante, se ha mantenido constante, concernida sólo por los cambios operativos, más que estratégicos, derivados de la adecuación a las exigencias medioambientales y sociales, tanto en términos normativos como de conciencia cívica.
Ahora es el momento de concentrar los esfuerzos de la sostenibilidad en la dimensión económica de la actividad empresarial, sin menoscabo de las otras dos vertientes ya asumidas por el management. Ello requiere necesariamente retomar la visión del largo plazo, el estímulo al emprendimiento empresarial, la creación de riqueza de forma sostenida y su distribución ponderada entre todos los grupos de interés.
"No habrá más Europa sin cohesión social"
Esta es una de las principales conclusiones del grupo de 12 expertos, presidido por Felipe González, que han reflexionado por encargo del gobierno de la Unión acerca de los desafíos a los que se enfrenta la construcción de Europa. "La sostenibilidad del modelo económico y social europeo dependerá de nuestra capacidad de restaurar un equilibrio dinámico entre las dimensiones del desarrollo económico, social y medioambiental", aseguran en el documento redactado.
No habrá más Europa sin cohesión social, cuya principal amenaza es el desempleo provocado por la pérdida de competitividad de la zona euro fundamentalmente frente a Asia y las economías emergentes. La mejor forma de generar cohesión social no es con políticas sociales paliativas, sino creando empleo estable y de calidad. El Estado del bienestar empieza por el empleo y se alimenta de la competitividad, no de subvenciones ni subsidios.
En este sentido, las reformas propuestas por el Grupo de Reflexión y asumidas en términos generales por todos los gobiernos de la Unión apuntan, sobre todo, a una mejora de la competitividad de economías, empresas y trabajadores.
En los próximos años vamos a seguir enfrentando la restricción y el encarecimiento de la financiación, fruto de los temores a que la recuperación sea lenta y se produzca de forma desigual en las distintas regiones económicas y, dentro de ellas, entre países. El crédito volverá a fluir, pero será muy exigente en sus condiciones mientras la política no genere la confianza suficiente para calmar a los mercados financieros.
De hecho, la única forma de atajar el desconcierto es con mayor concierto. Europa es consciente de que tiene un problema de gobernanza. La crisis ha provocado que los intereses nacionales recorten la capacidad de maniobra de las instituciones comunitarias. En un ejercicio de egoísmo nacionalista, los países que mejor están afrontando el actual ciclo no quieren ver los positivos efectos que el euro ha tenido para sus economías en el pasado. Es muy difícil pedirle al ciudadano de a pie que contribuya con sus impuestos y su sacrificio a paliar los excesos de sus vecinos comunitarios si no se les explica que la alternativa es aún más cara, y si previamente, en los momentos de bonanza, no se ha construido un sistema ordenado y equitativo de cohesión social y económica a nivel europeo.
Las urgencias del momento presente estimularán la búsqueda de consensos. La propia canciller Angela Merkel ha admitido finalmente que la primera responsabilidad de Alemania es contribuir a la salida de la crisis de Europa. El acuerdo también llegará a España en cuestiones fundamentales para el futuro del país. Los próximos gobiernos hasta el año 2020 habrán de continuar con el proceso de ajustes y reformas ya emprendidas y profundizar en las más estratégicas: mercado de trabajo, pensiones y sanidad, con el fin de mantener el Estado del bienestar en una dimensión sostenible; energía, para reducir la dependencia del país y acotar su coste, y fundamentalmente educación, para recuperar los valores del esfuerzo, el mérito, la competencia y el compromiso.
España hará sus deberes, de la misma forma que los están haciendo empresas y familias. El primero y más importante es consolidar la cultura de la autoridad y el desapalancamiento del país. Es lo que asegura un crecimiento futuro sólido y estable. En el lado de los gastos, la solución es la eficiencia. La Administración debe dar ejemplo con una gestión responsable de los recursos públicos y un comportamiento austero. Es esencial establecer prioridades en las inversiones, apostando por aquellas que aseguran el desarrollo a largo plazo e inducen al crecimiento, como las infraestructuras, y aquellas que mejoran la competitividad del país, como la innovación.
En el lado de los ingresos, el crecimiento de España procederá de la exportación de bienes, servicios y conocimiento, de las posiciones empresariales en el exterior y de la acción de los emprendedores en el interior.
España tiene en estos momentos la generación más preparada de su historia. Muchos de los jóvenes que hoy miran con preocupación hacia el mercado de trabajo ejercerán sus profesiones fuera del país, tanto en el seno de las empresas españolas que están inmersas en un acelerado proceso de internacionalización como en otras muchas que, más allá de las fronteras de la Península, demandan talento. Unos emprenderán el camino del futuro como trabajadores dependientes y otros lo harán como autónomos y pequeños empresarios.
Tenemos la oportunidad de aprovechar la crisis para hacer las reformas necesarias a las que no podemos renunciar. Implica grandes sacrificios, pero será una economía más eficiente y competitiva. Dentro de ocho años recordaremos este tiempo como un período de enorme dureza, pero también apreciaremos las enseñanzas recibidas: el valor de la austeridad, la sostenibilidad, la competencia, el consenso, la innovación y el emprendimiento.
Entonces, cuando volvamos la vista a estos años de dificultad, cada uno de nosotros habrá de preguntarse: ¿qué hice yo y mi organización para llegar hasta aquí?
• Baldomero Falcones Jaquotot (Mallorca, 1946) es Presidente y Consejero Delegado de Fomento de Construcciones y Contratas FCC. Ingeniero de Montes y MBA por IESE, ha sido Presidente de MasterCard International (Nueva York); Director Ejecutivo del Banco de Santander y miembro de su Consejo de Administración; Presidente del Banco Urquijo Limited (UK), Hispano Americano Sociedade do Investimento (Portugal), Banco Hispano Americano Benelux, Banco Urquijo Chile, Fiat Finance S.A. y Santander Seguros S.A. También formó parte de los Consejos de Administración de Unión Fenosa, CESCE, Generalli Spain y Seguros La Estrella.