Educar en tiempos de recortes del comedor

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Todo aquello que no se trata en un patio de un colegio carece de importancia, y la crisis ya ha llegado a los recreos, por lo tanto tiene rango de importancia elevada. Los recortes y el aumento del IVA no vienen en los libros de texto pero este curso los alumnos van a aprender que la comida llevada desde casa sale más barata y que van a tener que ponerla dentro de una televisión sin imágenes llamada microondas para que de vueltas hasta humear como en casa. La chiquillería llevará en la mochila además de los cuadernos, lápices y alguna lagartija, la comida que tomarán a mediodía. Tienen que acordarse al llegar de dejarla en una nevera para que las lagartijas no se coman la ensalada, sin duda que un conflicto que nadie a tenido en cuenta.
Y como esa actividad requiere de cierta pericia se necesitan profesores de apoyo que controlen este complejo mecanismo de niño-tartera-nevera-microondas-cubiertos-limpia la tartera y recoge el comedor. Así pues hemos inventado el teatcher-taper que controla a los alumnos mientras comen de la tartera, una actividad que no a todos los docentes agrada porque lo suyo es la enseñanza y no la vigilancia de la jauría hambrienta que tiende a dispersarse cuándo les ponen lentejas. No les falta razón porque han estudiado para transmitir valores y conceptos no para que Andreíta se coma el pollo. Es la crisis, dicen.

Educar en tiempos del tupper es ciertamente una incomodidad pero es una asignatura por la que tenemos que pasar todos, desde los padres a los alumnos pasando por los docentes a los que les ha caído este marrón extra que no enriquece, ni cuece, pero sí alimenta. El tupper es un símbolo de los tiempos modernos, de los recortes, de la vuelta atrás en la economía y como tal lo vamos a ver como asunto corriente en los colegios madrileños. Lo van a notar los usuarios del transporte público que a primera hora olerá a comida, algo que no pasaba desde que Tony Leblanc hacía de conductor de autobús en “El día de los enamorados”, (1959), film con música del maestro Algueró, nada menos.

Como de momento no se ha creado el club de amigos entusiastas del tupper se intuyen unas jornadas de fricción entre profesores y Consejería de Educación. El primer plato está calentito. Ya lo dice el refrán: cuándo el horno no está para bollos es arriesgado llevar la contraria a la física porque pudiera peligrar la integridad del recipiente.
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