Aparece el profesor justiciero y asegura que tras las denuncias sobre el máster de Cristina Cifuentes no hay ni fuego amigo, ni fuego enemigo, que en las filtraciones no han tenido nada que ver los adversarios externos del PP, ni los enemigos internos de la presidenta de la Comunidad madrileña, que ha dido él y sólo él el que ha investigado, planeado y ejecutado su venganza contra el gobierno autonómico, contra el rector de la Rey Juan Carlos y hasta contra sus excompañeros de cátedra y profesión. Y se ha quedado tan contento.
Sobre ese andamiaje quieren los populares pasar a la ofensiva, dejando a un lado el fondo de los hechos y presentando todo lo publicado y hasta documentado por el propio rector, las tres componentes del tribunal y la “desaparición” del trabajo final como una conspiración de la izquierda contra Cifuentes y contra el PP. Sería una comedia de enredo propia de Muñoz Seca pero es una disparate total: la crisis va a seguir y tienen que llegar las dimisiones. Para empezar la de todos los que han intervenido en el desaguisado: el rectos, el director de los cursos, los profesores implicados...
Deben hacerlo por el bien de la Universidad cuyo prestigio han puesto en entredicho. Luego el resto, que son unos pocos pero importantes. El presidente de Galicia es quien lo ha dejado más claro y directo en la Convención de Sevilla: si hay master y hay examen final - dice Feijóo - su colega se salvará; si no aparecen los “papeles” y al margen de lo que puedan decir los tribunales si las denuncias presentadas siguen su curso, Cristina debería dimitir y ser reemplaza por otro dirigentes del partido.
A la presidenta de la Comunidad madrileña le han roto su futuro político y está padeciendo un martirio que no se esperaba. Era una de las candidatas en esa carrera imposible y nunca declarada para sustituir a Mariano Rajoy y ya está fuera de la misma, sea cual sea el resultado final del embrollo, que puede terminar con una solución administrativa y política, pero también con una solución penal y con penas de cárcel. Este último factor es el que ha llevado al rectos, al director y a las profesoras implicadas a declarar la falsedad de las actas y a llevar el caso a la Fiscalía. Nadie quiere “comerse el marrón” de un asunto al que hasta hace una semana nadie había pestado atención y que permanecía escondido entre los discos duros de la Universidad.
Cristina Cifuentes había logrado gobernar en minoría y con un apoyo tan voluble y cambiante como el de Ciudadanos, el mismo partido que ahora ha puesto un límite de 48 horas para que los populares acepten una “comisión de investigación” en la Asamblea madrileña. Ignacio Aguado no quiere ser menos que su compañera Ines Arrimadas y quiere demostrar ante Albert Rivera que él es capaz de tumbar gobiernos sin dejar que estos caigan en manos de la izquierda. Aquí no hay nacionalistas pero sí se está ventilando el poder de las urnas dentro de catorce meses.
Lo peor que le puede pasar a Cifuentes es que los suyods la utilicen para desgastar a Ciudadanos a costa suya; que hayan decidido “comerciar” con su abandono mientras fijan la vista en los Presupuestos del Estado y en obligar a Rivera y sus “tenientes” a posicionarse ante una hipotética entrega del poder madrileño al PSOE y a Podemos. Es un juego peligroso en el que el ámbito autonómico queda en segundo plano. Ya estamos en cinco carreras electorales al mismo tiempo y sucesivas: las andaluzas, las autonómicas, las municipales, las europeas y puede que hasta las catalanas de nuevo si Puigdemont, Sánchez y Torrent no dan marcha atrás y con permiso de la CUP o con sus 166 escaños pelados consiguen llevar a uno de los suyos al palacio de la Generalitat antes de que termine el mes de mayo.