Con su llegada al poder y la formación de su primer gobierno - con muchas sorpresas para todo el arco político, incluidos los suyos - Pedro Sánchez ha logrado que su partido se coloque en cabeza y recupere “imagen” entre los votantes de izquierdas, en deterioro de Podemos, pero también de Ciudadanos y PP
Si aceptamos las encuestas como síntoma del futuro político hay que reconocer que la medicina del poder le está sentando de maravilla al Partido Socialista. Si cogemos desde las elecciones de junio de 2016 a hoy la serie histórica de la consultora Sigma 2, muy parecida a las del resto, incluyendo a las de CIS, comprobaremos que hasta la moción de censura de finales de mayo y la posterior llegada a La Moncloa de Pedro Sánchez a los socialistas les iba francamente mal.
Mes tras mes y encuesta tras encuesta el PSOE caminaba hacia el despeñadero electoral del mes de junio de 2019. Lenta pero imparable el deterioro de su imagen como partido acompañaba a la de su secretario general como líder. Estaba Pedro Sánchez acompañado en esa caída por el PP y por Mariano Rajoy, mientras que Podemos se movía en una pequeña montaña rusa en la que apenas bajaba y apenas subía, con Pablo Iglesias muy criticado en los medios de comunicación pero acercándose peligrosamente a los porcentajes del socialismo.
Los que aparecían como estrellas emergentes y futuros vencedores en las urnas eran Ciudadanos y Albert Rivera. En menos de dos años y con la grave crisis de Cataluña como causante del éxito, el partido naranja ganaba más de 13 puntos y se colocaba a la cabeza de las preferencias de los españoles con tres puntos de ventaja sobre el PP, siete sobre el PSOE y ocho sobre Podemos. Era el mes de marzo y todo indicaba que en las elecciones municipales y autonómicas se iba a confirmar el “sorpasso” como antesala de una gran victoria en las generales.
Lo único que tendría que hacer Rivera tras convertirse en el nuevo líder electoral del país sería elegir compañero de viaje: por la izquierda con el PSOE, por la derecha con el PP. De las urnas saldría victorioso y obligaría a Rajoy a retirarse, a Sánchez a meditar muy seriamente sobre su futuro al frente del PSOE, y a Iglesias a tener que afrontar unas luchas internas dentro del amplio espectro de la izquierda que representa Podemos e Izquierda Unida que podrían llevarle, así mismo, al abandono.
Siete días de mayo cambiaron la historia. Una moción de censura tan inesperada en su resultado como esperada en su aparente objetivo de marketing político ha terminado por cambiar el inmediato futuro de España y de sus partidos, con el PSOE como gran beneficiado de cara a las próximas citas electorales.
Con su llegada al poder y la formación de su primer gobierno - con muchas sorpresas para todo el arco político, incluidos los suyos - Pedro Sánchez ha logrado que su partido se coloque en cabeza y recupere “imagen” entre los votantes de izquierdas, en deterioro de Podemos, que vuelve a retroceder y se aleja cinco puntos de sus resultados de junio de 2016.
Lo más relevante, con todo, no es el resurgir del PSOE en el ámbito del centro izquierda; lo es su salto sobre Ciudadanos y el PP. Recupera imagen y recupera votos a costa de Rivera y su formación, y de los populares y el futuro líder que salga de su Congreso extraordinario del 20-21 de julio. Sobre la encuesta de Sigma 2 del pasado mes de marzo, los socialistas suben siete puntos mientras que bajan dos los “naranjas” y uno los “azules”, que pasan al tercer puesto.
Volcado en política sociales y con un marketing político pensado para la larga campaña que nos va a llevar hasta junio de 2019, la tendencia “natural” es que la distancia del PSOE sobre sus rivales aumente y que sea Pedro Sánchez y no Albert Rivera el que, tras las generales que deben celebrarse como muy tarde a mediados del año siguiente, el que pueda elegir socio de Legislatura y gobierno. Ya hemos comprobado que en apenas unos días España es capaz de cambiar de arriba hacia abajo de forma sorprendente e inédita. Veinticuatro meses son mucho tiempo y en apenas cinco días sabremos si al frente del PP está Soraya Sáenz de Santamaría o Pablo Casado, apenas dos nombres de la misma antigua dirección del partido pero con una gran diferencia sobre su futuro.