José María Aznar y Mariano Rajoy no han tenido más remedio que enterrar sus notorias y públicas diferencias y aceptar su participación en la Convención Nacional ante el avance de Vox, por un lado, y de Ciudadanos, por oto. Lo dice el refrán: “el miedo guarda la viña”. Y en la España política la viña es el poder.
El mérito es tanto de Pablo Casado como de Santiago Abascal. El primero puede que infunda cariño a sus dos antecesores en la presidencia del Partido Popular. El segundo les acaba de meter el miedo en el cuerpo. Y entre ambos sentimientos José María Aznar y Mariano Rajoy no han tenido más remedio que enterrar sus notorias y públicas diferencias y aceptar su participación en la Convención Nacional de este fin de semana. Lo dice el refrán: “el miedo guarda la viña”. Y en la España política la viña es el poder.
Cierre de filas de los populares ante el avance de Vox, por un lado, y de Ciudadanos, por otro. Se trata de aceptar las negociaciones y los votos o escaños cuando sean necesarios pero, al mismo tiempo, tratar de cerrar las “vías de agua” que se han creado en los últimos años en el partido, tanto por el desgaste del poder y por los escándalos de corrupción como por los movimientos ideológicos que, con epicentro en Cataluña, se han producido en las organizaciones políticas, con especial incidencia en esa mitad del electorado que va del centro a la derecha más radical y conservadora.
El actual presidente del PP es posible que fuera el único que podía abordar la “reunificación” de las varias almas que habitan en ese partido. José María Aznar se había alejado de las siglas de forma paulatina. Sin prisa pero sin pausa, desde las perdidas elecciones generales de 2004 frente a Rodríguez Zapatero. Después vinieron sus halagos a Albert Rivera y al propio Abascal, dos formas de atacar y criticar a su sucesor. Lo mismo que han hecho otros dirigentes como Esperanza Aguirre, Mayor Oreja e incluso el tranquilo y sosegado presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera. Por supuesto que estará el incombustible Vera y el repescado Fernández Lasquetti. Al igual que los “padrinos” externos de ambos que se mueven en el ámbito financiero y empresarial.
Mariano Rajoy, tras su inesperado, sorprendente y brutal desalojo del poder en junio a través de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez y apoyada por 180 diputados, dijo adiós desde el minuto uno, sin querer presidencias de honor, ni de Fundaciones. Se incorporó a la Administración en su puesto de registrador en Santa Pola para hace unas semanas aterrizar en Madrid. Silencio por su parte y respeto hacia su sucesor tras fracasar también en su apoyo a la que había sido su segunda en el gobierno durante seis años.
Por la Convención van a aparecer muchos de los rostros que se fueron alejando por la gestión política y personal de Rajoy. Sin duda. Lo que está por ver es si asistirán los últimos cargos y militantes con poder, como Cristobal Montoro, Martínez Maillo, los hermanos Nadal y la propia Sáenz de Santamaría. La asistencia de la ex número dos y hoy ya en el Tribunal Supremo, María Dolores de Cospedal es casi obligada. Sin su apoyo Pablo Casado no hubiera conseguido la presidencia.
La gran foto electoral y propagandística, el icono que podría ser el inicio de la larga campaña electoral hasta finales de mayo, es fácil de imaginar: Pablo Casado en el centro, con los brazos en alto sujetando las manos de los dos expresidentes, todo entre sonrisas, vítores y el cambio de imagen del partido con la transformación del charrán o la gaviota que creara otro de los “inmortales”, Javier Arenas. Ni tanto, ni tan poco como sería la ausencia de alguno de los dos protagonistas. Día distinto, intervención distinta. Más Aznar y menos Rajoy, pero el que no se conforma - Pablo Casado - con lo que tiene peca de avaricioso.
Si la apuesta de Casado para encabezar las listas electorales pasa por la renovación, con la llegada a los primeros puestos de la generación de los 40 años; la presencia de la “vieja guardia” puede que sea el mayor y más eficaz de los remedios para evitar la sangría hacia Vox, que es la formación que más preocupa. El giro hacia el centro que realizó Aznar en 1990 tras el Congreso de Sevilla parece que ha terminado en su recorrido. Ha llegado el momento de volver a la derecha. Como en Europa y con permiso del liberal, melifluo y cambiante Ciudadanos.