A ninguno de los dos le gusta pero no tienen más remedio que sonreírse, abrazarse, alabarse e intentar que el PSOE, su partido, gane en Andalucía por la mayor diferencia de votos y escaños posibles. Susana Díaz se juega seguir mandando desde el gobierno autónomo; y Pedro Sánchez poder mantener su sillón de La Moncloa. Las llaves de La Moncloa se fabrican en Sevilla.
Sin Andalucía es casi imposible gobernar en España. Sus 61 escaños en el Congreso hacen de sus ocho provincias el más apetecido de los platos electorales que le pueden ofrecer a cualquier partido. Durante 40 años el vencedor indiscutible en las urnas regionales ha sido el PSOE, con un único traspiés en 2012 cuando Javier Arenas logró que el PP venciera al PSOE de José Antonio Griñán por 43.000 votos y tres escaños.
Aquel 25 de marzo se rompió una racha histórica que había empezado con la predemocracia de Plácido Fernández Viagasy con Rafael Escuredo en la presidencia de la Junta; que se consolidaría con José Rodríguez de la Borbolla y posteriormente con los 20 años de Manuel Chaves en el poder. Los socialistas perdieron las elecciones pero los 12 escaños que consiguió la Izquierda Unida que capitaneaba Diego Valderas les mantuvieron en el gobierno.
Tres años más tarde, los 47 escaños se mantuvieron mientras que los populares perdían nada menos que 17 y apenas ganaban la segunda posición con un Podemos que aparecía con 15 representantes y un Ciudadanos que se “llevó conformaba” con nueve, y la IU de Antonio Maíllo que ocupaba el furgón de cola con cinco.
Hoy, de cara al dos de diciembre, fecha del adelanto electoral vuelven a aparecer cinco formaciones con capacidad para conseguir escaños, pero mientras la izquierda de Podemos e Izquierda Unida se ha unido para intentar mantener los 20 escaños conseguidos por separado; la derecha de PP y Ciudadanos tiene un nuevo compañero de viaje en Vox. Y ya se sabe: a mayor fragmentación del electorado, menos capacidad para conseguir asientos en el Parlamento.
En Andalucía se van a medir las fuerzas de los diferentes partidos y la de sus líderes. Hace tres años Pedro Sánchez no gobernaba el PSOE y menos el Ejecutivo nacional. Este es su primer examen en las urnas, pese a que lo sea de forma indirecta a través de la mujer que le disputó la Secretaría General. Tampoco gobernaba el PP Pablo Casado, muy lejos de los puestos de responsabilidad real de su formación. Si estaban y siguen estando Pablo Iglesias y Albert Rivera, con diferentes expectativas y con distinta fuerza en sus “representantes” autonómicos. Y ni estaban, ni se les esperaba a Vox y a Santiago Abascal.
Escenario distinto pero que servirá para mirar al futuro del mes de mayo de 2019. Los 109 escaños que hay disputa el domingo son claves para Susana Díaz, que tendrá que escoger compañero/a de gobernanza entre dos que le están diciendo que le negarán su apoyo como son Teresa Rodríguez y Juan Marín, pero que a la hora de la verdad se sentarán a negociar presionados por sus “jefes” nacionales. Y también son claves para la suma global de los 350 asientos del Congreso nacional cuando se convoquen las elecciones generales: los 12 de Sevilla, los 11 de Málaga, los 9 de Cádiz, los 7 de Granada, los 6 de Almería y Córdoba, y los 5 de Huelva y Jaén pueden decidir quien alcanza el poder desde La Moncloa.
De las ocho provincias andaluzas, el PP ganó en 2015 en siete de sus capitales pero tan sólo está gobernando en cuatro de ellas, por tres del PSOE y una de Podemos. Sobre ese pasado tendrán que basar su futuro en 2019, un futuro que comienza a gestarse en las autonómicas de este inicio de diciembre. Van a cambiar los pactos, se van a modificar las estrategias y más de un alcalde y sus concejales ya están pensando más en sus propios sillones que en los que existen en el Parlamento de Sevilla.