Los mejores discípulos de Pedro Sánchez son los representantes del independentismo catalán. Puigdemont, sobre todo, se ha aprendido de memoria una de las frases más lacónicas y repetidas del hoy presidente cuando era líder de la oposición. Su “no es no “ a Mariano Rajoy
Esas tres palabras que el inquilino de La Moncloa decía en el hemiciclo del Congreso, en los mítines del partido y en los platós de las televisiones, se las han enviado los portavoces del Pde Cat y de ERC envuelto en los papeles del juicio que acaba de iniciarse en el Supremo.
Los seguidores del fugado y del encarcelado Junqueras - que se limitan a seguir instrucciones en la distancia - saben con certeza que están pidiendo lo imposible: ningún gobierno del estado va a sentarse a negociar el menor de los pasos hacia la autodeterminación, y menos con la guadaña de los Presupuestos acercándose a sus cabezas. No se trata de sr más o menos duros, más o menos exigentes, se trata de pensar en el conjunto de los ciudadanos que viven en Cataluña o solamente en los que militan en sus filas y les apoyan con sus votos. Y aún así será discutible su postura.
Desde el PP y desde Ciudadanos atacan a los Presupuestos derrotados y dan razones económicas, sociales y políticas para defender su postura. Se puede estar o no de acuerdo pero los argumentos están ahí. Es cierto que tanto Casado como Rivera han colocado por delante de los mismos el deseo de “desalojar” a Sánchez de La Moncloa a casi cualquier precio y de que haya cuanto antes elecciones generales, como si la celebración de las mismas fuera a convertirse en ese bálsamo de Fierabrás que todo lo curaba según Don Quijote.
Los representantes de la derecha dura y de la derecha blanda catalana no llegan a tanto. Se limitan a plantear una y otra vez que quieren un nuevo Referendum, que quieren un claro mediador en la no nata Mesa de partidos y que sus deseos de independencia - sin que representen siquiera a la mayoría de la población catalana, no digamos al conjunto de los españoles - están por encima, por debajo y en medio de la sanidad, las pensiones, el paro, la educación, la investigación, todo lo que deben contener unos Presupuestos y la razón por la que nacen, ahora y siempre.
El “no es no” mantenido hasta la votación de las enmiendas a la totalidad ha conseguido que los mismos que votaron contra Rajoy hayan votado contra Sánchez. Con una imporante diferencia, el voto en la moción de censura significó un cambio en la presidencia y en la formación del gobierno; el echar para atrás los Presupuestos nno lleva de forma directa y sin otra alternativa a unas elecciones generales de forma inmediata. Es más, no una sino varias veces el propio Pedro Sánchez ha asegurado que con Presupuestos o sin ellos su idea era llevar la Legislatura hasta su final en junio de 2020. Y sus ministos más próximos y sus portavoces en el PSOE han dicho aparentemente conn rotundidad exactamente lo mismo: sin Presupuestos o mejor, con Presupustos prorrogados se puede seguir gobernando muchos meses.
Se entiende la prisa de la oposición para que se convoque a loos españoles a las urnas, antes de las autonómicas y municipales o junto a éstas. Ven al gobierno herido y desconcertado y creen que los votos les van a favorecer. Todo lo contrario de lo que pasa al otro lado de la línea que marca el centro. Si dejamos a un lado las previsiones de Tezanos y el CIS y hacemos más casos a todas las demás, que son muchas, las sumas necesarias de escaños son claras: la suma de diputados del PSOE, más las de Podemos en sus distintas variantes e incluso sumando las del PNV - que es el más claro a la hora de pedir que no haya convocatoria inminente de elecciones - no llega a los 176 votos que se necesitan en el Congreso para elegir un presidente.
En el lado contrario y sumando los mismos ingredientes que se han dado en Andalucía, las tres derechas si pueden pactar y formar un gobierno tripartito, con los mismos o parecidos problemas que sus compañeros andaluces pero de la necesidad sale la virtud y más cuando se trata de repartir cargos y poder.
La única alternativa para un PSOE posible ganador pero con números insuficientes sería que desde Ciudadanos, y siempre que la suma fuera positiva, se decidiera un cambio de alianzas tal y como ya tuvieron en Sevilla Susana Díaz y Juan Marín. Una apuesta doblemente arriesgada pues lleva implícita otra pregunta: ¿ se conformaría Albert Rivera con ser vicepresidente de Pedro Sánchez cuando puede disputar el primer puesto de forma más clara a Pablo Casado?.