Nada que ver con lo exigido para realizar actividades bancarias, de crédito o de seguros, cuya regulación corresponde a la PRA (Prudential Regulation Authority), esta sí, bajo la supervisión del Banco de Inglaterra. Claro que para saber la diferencia hay que revisar la regulación británica y lo que permite el muy laxo llamado pasaporte europeo, a través del cual muchas Fintech, con el solo registro en la FCA encuentran el hueco para operar en España. Les basta obtener el registro en la FCA y en base al pasaporte europeo inscribirse en el registro de entidades de pago en el Banco de España, donde aparecen muchas compañías cuyo mero nombre incita a escapar huyendo. Con ello pueden presumir de "registrados por el Banco de España". Si aparece Banco de España, podemos dormir tranquilos. ¿Seguro?
Escandaliza lo confiados que somos cuando se trata de dinero. Más que seguridad necesitamos excusas, sea por desconocimiento, por prisas o por pura galbana. Bastan siglas con apariencia de seriedad o que se relacionen con otras que infundan seguridad. Por ejemplo: La Farmacia de la Reina Madre, proveedores de la casa real desde… ¿Acaso no compraría ahí una fórmula magistral con total seguridad? Existe, está en la Calle Mayor de Madrid. La Reina Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V acudía a la botica desde Palacio para comprar directamente sus remedios por temor a ser envenenada. Abierta en 1578, la historia no nos habla de si sus alquimistas, boticarios o farmacéuticos envenenaron o no a alguien a lo largo de más de sus 400 años, aunque la industria farmacéutica ha llevado a muchos al otro barrio: “Un chupito de mercurio para afecciones de la piel” recomendaba Aristóteles, o “Jarabe de Heroína para la tos” comercializaba Bayer...
La industria financiera, como la farmacéutica, tiene un largo historial de fracasos, a pesar de estar también sometida a múltiples controles. Registrada en la FCA británica, la muy regulada London Capital & Finance Plc con el nº 722603, acaba de dejar sin blanca a 11.500 pequeños inversores por importe de 263 millones de libras, que han descubierto muy a su pesar que el registro en la FCA vale de muy poco. Ni garantías, ni coberturas, ni nada que les permita aspirar a recuperar su inversión. La regulación en la FCA significa muy poco, y menos aún si lo que la compañía ofrece o hace, se sale del estrecho margen que significa estar registrada en la FCA. Ojo, porque no estamos hablando de los llamados chiringuitos financieros. Hay muchas Fintech ofreciendo servicios relacionados con divisas cuyo argumento principal para aminorar desconfianzas es su registro en la FCA y a su través, “reguladas por el Banco de España”.
Basta dedicar un poco de tiempo y algunos recursos para concluir que, por mucho FCA y HM (Her Majesty) que preceda al nombre de la empresa o a alguno de sus fundadores, realidad y apariencia no son lo mismo, y tarde o temprano, habrá quién, también en España, lo pueda certificar tras sufrirlo en carne propia. Esperemos, al menos, que no sea nadie que nos haya leído.