Astrólogos, videntes y demás expertos en el mundo del ocultismo y la adivinación están de acuerdo: Pablo Casado y Santiago Abascal pueden entenderse con facilidad, son compatibles. Todo lo contrario le ocurre al presidente del PP con Albert Rivera y Pedro Sánchez.
Si la astrología asegura que los nacidos bajo el signo de Acuario, como Pablo Casado, se llevan bien con los nacidos bajo el signo de Aries, como Santiago Abascal, ¿ quiénes somos los humanos para llevarle la contraria?. Ya tenemos una explicación para lo que está pasando que no está sujeta a la razón, y mucho menos a la simple negociación de cargos y poderes.
El dictamen de los astros frente a frente con la razón de estado. Pierde la segunda. No hay nada que hacer. Por mucho que lo intenten Casado, Rivera y Abascal nunca podrán entenderse. Se soportarán pero no se convencerán y mucho menos se comprenderán. Serán rivales, dispuestos a devorarse entre ellos a la menor oportunidad.
A favor del presidente del PP está que su segundo tiene el mismo signo que él, y que los dos están bajo los efectos del número 22. A la edad de 22 años uno y otro comenzaron su andadura política en el partido, el primero en Madrid bajo la “protección” de Alfredo Prada; el segundo en Murcia como concejal en el municipio de Cieza. Teodoro García Egea tiene 4 años menos que su jefe pero la experiencia adquirida en Nuevas Generaciones es evidente que da para mucho, y une aún más.
Si Casado sustituyó a Mariano Rajoy tras la guerra fratricida en el partido, Teodoro sucedió como secretario general a Dolores Cospedal. Para llevarle la contraria a los astrólogos, el flamante presidente de los azules se debería llevar bien con el Aries Rajoy y la Sagitario Cospedal, y mal con la Capricornio Esperanza Aguirre, pero ya se sabe que los astros son caprichosos y juegan con la voluntad y el futuro de los simples humanos.
A todos aquellos que deseen profundizar en estos aspectos tan insondable de la vida pública les recomiendo que se cojan cualquiera de los cientos de escritos que existen sobre las características de los signos zodiacales, con compatibilidades e incompatibilidades, fortalezas y debilidades, hasta llegar si su curiosidad y capacidad económica se lo permite acercarse a la consulta de una vidente de prestigio. Son más amenas que sus colegas de trabajo y aciertan lo mismo.
En caso de alcanzar ese nivel, que sería de nota mínima de notable, les sugiero que con los datos oficiales de fecha de nacimiento de los mencionados protagonistas, que son públicos, les pidan que les proporcionen la carta astral de los susodichos, con sus ascendentes, la situación del sol y la luna, la posición de los planetas que los rigen, y demás condimentos astrológicos.
Pueden, si son militantes o votantes de esos partidos, reenviarles las conclusiones que les hayan proporcionado. A lo mejor les ayudan a no eternizarse en negociaciones que no pueden acabar bien, o a alcanzar con rapidez acuerdos que son inevitables. Los egipcios, los griegos y los romanos lo hacían con sacrificios humanos o de animales por medio.
La historia nos dice que el gran Alejandro antes de conquistar el entonces mundo conocido por la fuerza de las armas consultó al oráculo de Delfos, al pie del monte Parnaso, que estaba dedicado al dios Apolo, y que luego lo hizo en el oasis de Siwa, dedicado al dios egipcio Amon Ra, en pleno desierto de la hoy Libia.
No sabemos si los dos Pablo, Pedro, Albert y Santiago tienen esas creencias esotéricas y menos aún si las practican. Recuerdo que alguien tan racional y frío en los negocios como el financiero Jacques Hachuel, camino de su casa en la urbanización madrileña de Puerta de Hierro, bien escoltados por seis guardaespaldas salidos de los servicios secretos israelíes, me contó cómo antes de iniciar cualquier negocio volaba a Nueva York para que su vidente particular le echara la cartas y le aconsejara sobre el éxito o fracaso de la operación multimillonaria que se proponía abordar. Bastaba con que un planeta no estuviera en su sitio para que todos los datos y cifras a favor de la misma se fueran a la papelera.
Los ricos tienen esas cosas.