Cien años les separan y con 42 años los dos buscaban lo mismo: Marcel Proust recobrar el tiempo perdido; Pedro Sánchez recuperar los votos perdidos por el PSOE. El escritor francés tardó 14 años en hacerlo; el político español quiere estar, por lo menos, igual tiempo al frente de su partido y si puede batir la marca de Felipe González como presidente, pues mejor.
La última victoria socialista en las urnas es de 2008. En sus segundas elecciones generales José Luís Rodríguez Zapatero consiguió 11.289.335 votos y 169 escaños. Ocho años más tarde el actual jefe del gobierno se tuvo que conformar con 5.424.709 votos y 85 escaños, menos de la mitad. Hoy y con fecha fija, 28 de abril, está a la búsqueda de esos cinco millones de españoles que cambiaron de partido o se quedaron en sus casas.
Si en toda España los resultados del 2016 fueron una catástrofe, en la Comunidad de Madrid fueron aún peores. Los socialistas pasaron de tener 1.401.785 votos y 15 escaños en el Congreso a menos de la mitad, siete parlamentarios y una pérdida de 726.960 votos, con su líder encabezando la lista. Una situación que confirmaba los malos resultados de la cita con las urnas municipales y autonómicas de un año antes. La revancha ha comenzado y Sánchez quiere recuperar los quince escaños que logró el PSOE. Puede que esa cifra sea imposible pero si pasa del tercer puesto al primero y los diputados madrileños se suman a los más de cien que espera conseguir en el resto del estado se dará por satisfecho.
Aquel mundo de ficción de Guermantes nada tiene que ver con el de Madrid y Marcel y Pedro se parecen menos que un huevo y una castaña. El primero, endeble desde niño, asmático y diletante por lo salones de París; el segundo, deportista y con una idea fija desde su juventud: ser presidente del gobierno. Proust, agotado y en la cama tras escribir siete tomos de su monumental obra, moría de una bronquitis mal curada. Sánchez, desahuciado del cargo de secretario general y con muy pocas personas creyendo en él, regresó, venció y en una pirueta política hasta ese momento imposible consiguió sentarse en el sillón de mando de La Moncloa. Y tiene las mejores papeletas diez meses después para mantenerlo.
La crónica novelada de la historia política de Pedro Sánchez se puede hacer en un par de horas. Es trepidante y sujeta a una serie de hechos aparentemente sin ninguna relación entre ellos pero que conducían ineludiblemente a su triunfo. Siempre estaba en el lugar más conveniente y con la suerte como gran aliada. Lo estuvo para convertirse en concejal del Ayuntamiento de Madrid, lo estuvo para sentarse en el Congreso de los Diputados, consiguió vencer a sus oponentes internos para llegar a Secretario General de su partido por dos veces, y supo transformar su "no es no" a Mariano Rajoy en un conveniente "si es si" a 180 parlamentarios, desde la izquierda comunista y republicana a la derecha nacionalista vasca y catalana.
A Marcel Proust no le tomaron en serio hasta que ganó el premio Goncourt con el segundo tomo de sus memorias transformadas, hasta que los críticos franceses no descubrieron y admiraron que Swann, Odette, Saint-Loup y Albertine eran ellos mismos vistos a través de los ojos de ese joven que frecuentaba los salones de Madame de Caillavet o la condesa de Haussonville.
Al Pedro Sánchez, que se presentó a una investidura imposible para lograr, con el apoyo de Albert Rivera y la oposición de Pablo Iglesias, que se convocaran nuevas elecciones tras diez meses de gobierno en funciones de Mariano Rajoy, tampoco le tomaron en serio. Muy, muy pocos apostaban por su llegada al poder. Ni en España, ni en la capital del Reino, que más que el mundo de Guermantes se parecía y se parece la “Sodoma y Gomorra” que quiso retratar Proust. Con uno y otro se equivocaron, tanto los críticos literarios como los analistas políticos.