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Jean-Michel Blanquer, ministro de Educación francés. |
La revuelta del atuendo escolar que divide a Francia
Por Víctor Arribas / Atalayar
“La escuela no es un lugar como los otros. No se va a la escuela como se va a la playa o a la discoteca. Cada cual debe comprender que a la escuela o el instituto se va vestido de manera republicana”, estas pàlabras del mkinistro de Educación francés, Jean-Michel Blanquer, han desatado una gran discusión y porotestas juveniles en el pañis vecinos.
Jean-Michel Blanquer es un profesor universitario e investigador político francés que ha labrado su carrera como alto funcionario del Ministerio de Educación de su país. Tiene 56 años, y viste de forma clásica, rara vez se le ha visto en público con prenda alguna que difiera de un traje oscuro, camisa blanca y corbata. Si acaso en alguna ocasión se ha desmelenado y ha revolucionado su imagen en alguna conferencia quitándose la americana y subiéndose las mangas para dar sensación de cercanía ante su audiencia. En la actualidad, desde que fuera nombrado por Emmanuel Macron en mayo de 2017, ocupa la más alta responsabilidad en ese Ministerio, del que depende la formación de las futuras generaciones de franceses libres e iguales.
Estos días, Blanquer y su jefe instalado en el Elíseo tratan de mediar en una controversia de carácter social que nadie habría imaginado hace tan sólo tres semanas cuando comenzó el curso escolar en los institutos. Se adivinaba entonces una tormentosa vuelta a las aulas por culpa de la expansión del coronavirus, pero la polémica ha llegado instalada en las ropas de las estudiantes que cursan la enseñanza primaria, bachillerato o sus estudios universitarios.
Ha sido una circular de los directores de los centros educativos la que ha despertado lo más primario de los estudiantes y sobre todo de las estudiantes. En ella se solicitaba un decoro en la vestimenta, dado que el final del verano y las altas temperaturas animaban a las jóvenes a lucir prendas muy cortas y ajustadas, dejando a la vista de cualquiera tatuajes, piercings y ropa interior. Ni la eternamente progresista República francesa de siempre es capaz de asimilar esas escenas en sus aulas.
Blanquer fue claro en sus primeras declaraciones sobre el asunto: “La escuela no es un lugar como los otros. No se va a la escuela como se va a la playa o a la discoteca. Cada cual debe comprender que a la escuela o el instituto se va vestido de manera republicana”. Y desde que pronunció estas palabras, ha reactivado la lucha juvenil contra las normas de decoro en la indumentaria, con lo que la batalla social en los centros educativos es uno de los asuntos más comentados a la hora de la cena en todos los hogares que tienen gente en etapas académicas. Por no hablar de los profesores, que son los que deben aplicar la normativa devolviendo a sus casas a las estudiantes que luzcan demasiado provocativas en horas lectivas.
La principal incógnita que ha provocado el veterano político es discernir qué es para él vestir a la manera republicana. ‘La Libertad guiando al pueblo’ de Delacroix dejaba al aire los senos de aquella mujer que enarbolaba la bandera tricolor, una imagen que ha simbolizado la Revolución y la Primera República. Apelando a aquellos valores estéticos, Blanquer no parece haber acertado. Pero, aun así, su propuesta decorosa para el vestir en las escuelas lanza a la juventud francesa un mensaje que entronca con lo que Macron afirmó el pasado verano cuando en Estados Unidos se tambalearon estatuas y símbolos nacionales por obra del extremismo radical antirracista: en Francia no se derribarán monumentos históricos. Y tuvo razón.
Hay una manera de comportarse que defiende los valores republicanos, y es la que contempla el máximo respeto por la institución donde los estudiantes están recibiendo su educación, el pilar de lo que serán en el futuro. Es lógico que los chavales y chavalas hayan cogido esa frase como los rábanos suelen cogerse a sus edades, por las hojas de lo accesorio. Quien con 16 o 18 años no se planta ante lo que considera un intento de manipular su libertad individual incipiente no tiene sangre en las venas.
Pero no resulta ocioso pensar cómo esos jóvenes pensarán respecto a esta misma polémica cuando sean sus hijos y sus hijas los que acudan al instituto y deban acogerse a las normas de convivencia. Ni el chauvinismo es capaz de frenar sus hormonas, pero en nombre de la República que les protege y defiende, que les promete una vida plena y con bienestar, las autoridades les piden que reflexionen sobre su forma de acudir a sus obligaciones, ahora y en lo sucesivo mientras sean ciudadanos franceses.
Está por ver cómo acabará el tema en los próximos días, se adivinan protestas y rebeldía de la juventud, que en Francia tiene siempre el espejo de aquel “prohibido prohibir” de mayo del 68. No hay que descartar una mayor revuelta sexy de las adolescentes para contestar al poder político con el lógico carácter contestatario que siempre, a la larga y con el paso de los años, deja paso a un mayor pragmatismo hasta en la forma de vestir.