Con tres años es muy difícil que Isabel Díaz Ayuso escuchase al grupo Coz convertirse en uno de los estandartes efímeros de la llamada “Movida madrileña”. Hoy, sus seguidores, que aumentan cada vez que desde la izquierda la convierten en centro de sus críticas, pueden cantarle con toda intención: “ la más cardo puede tener sabor a mandarina”
Si de algo se puede estar seguro en la conflictiva relación que tienen en Madrid la política y la cultura es que ni Juan Márquez, ni Tony de Juan, ni Eduardo Pinilla, que en el año 1981 integraban el grupo Coz, pensaron que su gran éxito dentro de " la movida" qué alumbró la Transición española iba a poder aplicarse, cuarenta años más tarde, a la última en llegar al poder dentro del selecto y elitista grupo de las dirigentes del Partido Popular.
Música y letra demasiado blandengues para las dirigentes de la izquierda que representan tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias, se llamen Carmen, María Jesus, Irene, Margarita, Yolanda, Reyes o Teresa, hay que reconocer que para combatir al poder central, incluso cuando ese poder es de su mismo partido, las que aparecen siempre en primera línea, ya sea desde la presidencia de la Comunidad o el Ayuntamiento de la Capital, son “ las chicas guerreras “ del Partido Popular.
Si tarareamos los 20 versos que dan forma a la pegadiza canción de Coz comprobamos que tanto si miramos en la distancia a Esperanza Aguirre, a Ana Botella, a Cristina Cifuentes, y hoy a Isabel Díaz Ayuso, lo que en ellas se dice les encaja en este finales de otoño 2020 a la perfección: " jugar con ellas es como manejar nitroglicerina", el potente explosivo que puede llevarse por delante a cualquiera, ya sea amigo o adversario.
Cada mes, cada semana, cada día, las " chicas" populares nunca han desaprovechado la ocasión para lanzarle a la cara al dirigentes político que tenían enfrente todo tipo de acusaciones y responsabilidades por lo bueno y lo malo, sobre todo lo malo, que afectaba a su territorio, que por extensión eran 17 Autonomías y dos ciudades autónomas. Para demostrarlo ahí están una de sus frases favoritas: “Madrid es España y España es Madrid”.
La alcaldesa que fue Ana Botella antes de que llegase “la roja” Manuela Carmena, quiso salvaguardar el centro de la ciudad con un " manifestrodomo" que alejase las protestas del casco histórico y de los puntos neurálgicos de carácter administrativo, algo en la que le apoyó el entonces presidente de la Comunidad y sucesor de Esperanza Aguirre en el gobierno , Ignacio González.
Tuvieron los tres, ahora alejados del poder, el apoyo entusiasta del ministro del Interior, Jorge Fernández, no sabemos si antes o después de poner en marcha la “policía patriótica” y de enfrascarse con su segundo en quién era el responsable de espiar al ex tesorero Barcenas.
Dos querían limpiar el centro de la ciudad de los molestos atascos de las manifestaciones de la izquierda y se encontraron con que enfrente estaban los jueces, la delegada del Gobierno, la ex presidenta autonómica y presidenta del partido en Madrid y hasta las dos “guerreras” que peleaban por la herencia de Mariano Rajoy, tanto desde el Gobierno de la Nación como desde el interior de la plana mayor del partido.
Cada una de ellas jugaba las que creían eran sus bazas personales en la batalla por el trono de La Moncloa desde los despachos de la calle Genova, dos lugares donde se movían como peces en el agua, la secretaria general, María Dolores Cospedal, y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
Cualquier estudioso de la modernidad que asumiese el papel de filósofo de lo cotidiano hablaría de la " certidumbre de la incertidumbre" que practicaba con singular destreza el líder del PP. Es posible que fuese parte de su genoma gallego, pero es más seguro que obedecía a una forma de entender y de hacer política que le resultaron muy útiles desde los tiempos de concejal en su tierra hasta superar dos elecciones generales y ganar por mayoría absoluta el tercer asalto.
Al igual que durante quince años Mariano Rajoy, tuvo las llaves del futuro de los suyos en sus manos, ya fuera en la oposición o en el poder, abriendo o cerrando puertas a las ambiciones de unas y otros, en razón de las exigencias que descubría en cada momento; la incertidumbre, la duda, el desasosiego de los que están en el equipo de Pablo Casado por el mantenimiento de su liderazgo ven cómo la más joven de las “guerreras” populares le comienza a hacer sombra y se convierte en la referencia de la oposición a Pedro Sánchez, y al conjunto de su gobierno al que no duda en calificar siempre que puede de “social-comunista”.
Quedan muchos meses por delante, muchas encuestas a realizar sobre la opinión de los madrileños respecto a los dirigentes populares. Movimientos internos de afirmación de liderazgos, y de ambiciones de llegar a lo más alto tan naturales en la vida pública. Para ejemplo a no seguir por parte de la presidenta Ayuso y sus consejeros están la vidas políticas de sus antecesoras. Fueron desalojadas del poder tanto por el fuego de sus adversarios como por la munición proporcionada por alguno de sus compañeros.