Ni Sánchez, ni Casado escarmientas y, pese a sus ataques, cita tras cita electoral , y Pleno tras Pleno en el Congreso, intentan vender a los españoles que está en juego una parte del futuro y que las cosas estarían mejor si volvieran los viejos tiempos del bipartidismo imperfecto, el que desapareció en 2015 con la llegada de las nuevas formaciones a su derecha e izquierda.
Para que nuestro país genere más confianza, afirman dentro y fuera de sus siglas, que ya no vamos a necesitar más rescate bancario, que el principio del fin de la crisis ha comenzado pese a la pandemia y sus rebrotes, que sería bueno y hasta muy bueno el dar una imagen de unidad política frente a los desafíos entre las dos grandes formaciones...y así hasta mil, hasta que cada uno se canse de escuchar las mismas frases que a nada conducen.
Los Plenos del Congreso sigue siendo un desastre por la misma razón de siempre, la postura impostada de cerrazón de sus líderes, que no va a cambiar en nada hasta que no pasen las futuras elecciones generales. Y ya veremos en que cambian. A lo mejor nos hacen un favor a todos y a ellos mismos y se ponen a hablar de la reforma de la Justicia, de la reforma laboral, y de todos aquellos temas que de verdad importan a los españoles.
Que a este paso, su mantenimiento político va a acabar con los ciudadanos, a los que se les quieren vender los tiempos pasados, deseosos de que el cambio iniciado en 2015 llegue a su punto final y que el tanta veces pedido cambio en las normas constitucionales, incluidos los temas autonómicos , se convierta en nuevas leyes que ayuden a gobernar y a defender un mejor nivel de vida para los ciudadanos.
No pasa sólo en España, es un mal común en el resto de democracias europeas. Es así por la conducta de los dirigentes de los países que integran la llamada zona euro, con el añadido de los responsables del Banco Central, de la Comisión y del Parlamento, que se resisten a colocar a la sociedad y a las personas por delante y por encima de la moneda, como si la persistencia en el error fundacional, con países que tenían muy poco en común en cuanto a desarrollo y modelo económico y sobre todo fiscal, fuera una especie de salvavidas al que agarrarse en medio de tormentas perfectas como las dos que llevamos soportando desde 2008.
En este escenario y en el que se montará desde comienzos de 20121 con el reparto de los Fondos de ayuda en la nueva cumbre europea de jefes de estado y de gobierno, la aplazada reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Casado debería servir - como sería de esperar- no para uso interno, también para dar ejemplo en Europa.
Sería de una vez por todas el primer intento serio de rescatar el bipartidismo en el que estuvimos instalados desde el año 1982 y que llegó a su máximo esplendor en 2008 cuando entre el Partido Socialista y el Partido Popular acapararon el 90 por ciento de los escaños del Congreso tras conseguir en las urnas el 83 por ciento de los votos, con una participación del 75, 32 por ciento de los españoles con derecho a voto.
De los 350 escaños los socialistas consiguieron 169 y los populares 154 dejando para el resto de los grupos de la Camara apenas 27 asientos. El casi 45 % obtenido en las urnas por el PSOE y el casi 40% del PP simbolizaron la mayor apuesta de los españoles por el llamado "voto útil" entre la izquierda y la derecha en los inicios de una crisis que empezaba a notarse en todos los bolsillos pero que aún no había llegado a los límites del miedo y la decepción de tres años más tarde. En el 2008, junto al bipartidismo, la mayoría de los ciudadanos apostó por dar una oportunidad al partido que estaba en el gobierno, el de José Luis Rodríguez Zapatero.
A partir de 2011 las expectativas cambiaron, aparecieron y crecieron nuevas fuerzas, como UPyD o Izquierda Unida, para llegar al crecimiento de Ciudadanos y la “explosión” de Podemos y Vox, y si bien el bipartidismo como tal se mantuvo en 296 escaños para los dos grandes, la caída en picado de la oferta socialista encabezada por Rubalcaba abrió la puerta a lo que pasó en los cuatro años siguientes.
Hoy, con los últimos sondeos en la mano, el voto directo de PP y PSOE se ha estabilizado en los 210/220 escaños, con tendencia a la baja de Podemos y de Vox y la incógnita de lo que pueda pasar en Ciudadanos al aplicar la Lay D´Hont por autonomías y votos en cada una de ellas. Si en los tres años largos que quedan para las elecciones generales se mantiene esa tendencia, el bipartidismo que dominó nuestra democracia desde sus inicios, y para el que fue concebido el sistema electoral, se habrá librado de la muerte y hasta pensará en su resurreción.
Esa posibilidad no les interesa ni a Pablo Iglesias, ni a Santiago Abascal. Tampoco a Inés Arrimadas y los suyos, que se mantendrán hasta el final en la raya divisoria del centro derecha. Lo que esta en juego en medio de la crisis son los equilibrios estructurales - similar en parte al de cada uno de los países europeos - unos equilibrios que pueden cuarteares y romperse si las nuevas fuerzas no se atomizan y la representación ciudadana opta por dejar a España más ingobernable de lo que ya lo es con las actuales normas y esquemas de poder.
El desencanto, el miedo y la falta de alternativas creíbles están haciendo de barrera de contención ante la indignación y el malestar ciudadano. Pero todo tiene un límite y nuestra democracia basada en la representación política de la sociedad a través de la existencia de los partidos y las votaciones en las urnas cada cuatro años lleva haciendo aguas debido a la burocratización de las organizaciones y a la esclerosis del sistema que se resiste a evolucionar por el egoísmo y los intereses particulares de los representantes públicos, constituidos en casta elitista que defiende unos privilegios exagerados, y que se ha unido de forma simbiótica con los poderes financieros y económicos, al margen y por encima del resto de la sociedad.
Es en ese escenario en el que hay que ver y analizar los bruscos cambios de actitud de Sánchez y Casado, su demandada unión para Europa, por más que ofrezcan al resto de partidos que se sumen a una iniciativa que han " cocinado" , en el mayor de los secretos y con la ayuda de viejos estrategas de sus respectivos partidos, aún no se ha plasmado, ni lo va a hacer en los temas fundamentales de la educación, la sanidad, las pensiones, la reforma laboral o la reforma administrativa del estado. En esos temas quienes dictan el qué, el cómo y el cuándo son el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario y la Comisión, todos ellos " obedientes" a lo que se piensa y se decide en Berlín.