Presidente y presidenta se necesitan tanto o más que sus propios partidos. Pedro Sánchez ha logrado que Isabel Díaz Ayuso se convierta en la opositora jefe del primer partido de la oposición por encima del líder y presidente de ese partido. Y Díaz Ayuso ha conseguido que los votantes del PP la vean como la más genuina de las sucesoras de José María Aznar y Esperanza Aguirre.
No hay tema o problema pequeño y grande que no sea motivo de polémica y enfrentamientos. Da igual que se trate del Covid 19, de su vacuna, de la nieve, del hielo, de los transportes, de la financiación autonómica, de la sanidad pública... en cada momento son utilizados como leña para mantener la hoguera.
A Sánchez le siguen algunos de sus ministros en ese empeño y , a veces, hasta varios de los presidentes autonómicos del PSOE. Desde luego le aplauden hasta reventar los dirigentes de su confianza, tanto en el Congreso como en el Senado o la Asamblea madrileña.
Ayuso no tiene esa suerte. El partido la mira con recelo por su manifiesto protagonismo, siempre en pugna con Pablo Casado, y lejos de las controles del secretario general. Tampoco la secunda el alcalde de la capital, la persona que le disputa en silencio el liderazgo territorial de los populares. Martínez Almeida es más “obediente y disciplinado” que su compañera, y con igual o mayor presencia en los medios de comunicación.
La diferencia entre presidenta y alcalde respecto al gobierno de Pedro Sánchez es que para Ayuso todo lo que sale de Moncloa y sus aledaños es manifiestamente malo para los ciudadanos, mientras que para Almeida el vaso siempre está tan medio lleno como medio vacío.
Sánchez y también Pablo Iglesias creen que con la presidenta madrileña convertida en una mezcla de Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes debilitan a Pablo Casado. Tienen a su favor un elemento exógeno, que también está en el Ayuntamiento pero con mucha menos ambición de titulares que se llama Ciudadanos.
El vicepresidente Autonómico, Ignacio Aguado, se ha buscado su propio camino para no sucumbir ante el empuje de su “jefa” en el gobierno. Por el contrario, la vicealcaldesa, Begoña Villacís, es más permeable a las posiciones públicas del primer mandatario del palacio de Cibeles.
Hace un año, el abogado del estado ya era el martillo de la alcaldesa Manuela Carmena, y la periodista preferida por Casado era una desconocida para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Hoy están empatados, con mejor imagen de político centrista para Martínez Almeida, pero con más garra y menos complejos para Díaz Ayuso.
Dado que ni en la Comunidad de Madrid, ni en el Ayuntamiento de la capital aparece ninguna figura que destaque dentro del PSOE, y en la Asamblea la propia división de la izquierda le deja un amplio margen de movimiento a la presidenta, ésta ha decidido, con buen criterio personal de cara a su propio futuro, que debía lanzar sus dardos hacia arriba. LO ha hecho y tiene a su lado a la persona idónea para hacerlo, la misma que tuvo José María Aznar antes y durante su estancia en La Moncloa.