Es increíble cómo en pocas horas se destruye el trabajo de muchos años. Y todo por la torpeza, la ignorancia y la soberbia de quien ha demostrado a lo largo de los últimos 24 meses que su único bagaje político es el oportunismo, el populismo, el marketing y la manipulación.
Y lo que es mucho peor, la sensación de impunidad que proyectan cuando toman decisiones claramente equivocadas sin hacer una mínima previsión de sus consecuencias y rechazando después la responsabilidad y colocándosela al vecino o al adversario político. Es curioso cómo los errores condicionan los argumentos.
Pedro Sánchez lleva semanas acusando a Pablo Casado de sólo querer derribar al Gobierno socialista cuando hace poco más de dos años, el único objetivo manifestado públicamente por Sánchez era echar a Rajoy.
Y para llegar a la Presidencia del Gobierno se alió con los peores socios que un socialista, al que el propio Sánchez veneró cínicamente en su muerte, como Alfredo Pérez Rubalcaba calificó como Frankenstein. No cabe peor gestión que la que se atañe a los intereses más recientes sin analizar el conjunto del entramado.
La negociación del acuerdo del gas con Argelia de la empresa Naturgy fue presentada como una gran victoria de Pedro Sánchez en su visita a Argel. Nada que objetar porque casi la mitad del gas que se consume en España procede de Argelia.
El problema grave se presenta cuando ese compromiso te impide valorar la enorme trascendencia de tu relación con el otro vecino del norte de África, Marruecos.
Además de los millones de euros del gas argelino y su suministro estratégico, aunque el mercado actual ofrece otras muchas opciones, están las todavía más estratégicas relaciones con Marruecos. Los Gobiernos de España anteriores siempre han guardado un delicado equilibrio entre los dos vecinos, sobre todo en el conflicto del Sáhara, refugiándose en una postura de neutralidad y remitiéndose a la ONU.
Los negocios de empresas españolas en Marruecos se calculan en más de 10.000 millones de euros, la cooperación antiterrorista tiene un valor incalculable, la gestión de la migración es imprescindible y la UE lo reconoce con la ayuda millonaria que presta a Rabat, la pesca, la agricultura, el turismo, entre otros sectores, y las relaciones entre los dos pueblos.
Marruecos no es un vecino fácil, ni histórica ni actualmente, pero ha costado mucho trabajo y esfuerzo lograr que sea un socio privilegiado, como dijo la ministra González Laya, para que ahora se liberen los peores demonios en algunos medios de comunicación de ambos países y se azucen desafíos y pulsos con declaraciones agresivas por parte de responsables políticos de ambos Gobiernos cuando lo que se tiene que buscar, cuanto antes, es una solución diplomática, discreta y eficaz. Los dos Reyes tienen la clave.