Hay cuatro frases que nunca debería decir un político: “Me comprometo a”, “No pactaré con”, “No subiré los impuestos”, y “Jamás usaré una puerta giratoria al irme”, pero es inútil pretender que la palabra de estos profesionales de la supervivencia en un cargo valga como garantía de compromiso de nada o duré más allá de lo que acostumbran a llamar la coyuntura.
Sean Connery dijo “Nunca digas nunca jamás”, pero solo en el cine es posible que se cumpla una promesa, y es tan cierta esta triste sentencia que la gente da por hecho que la palabra de un político vale menos que el beso de Judas o la promesa de fidelidad de un fornicador compulsivo.
Con las redes sociales, a los políticos se les ha acabado el chollo del desmentido, porque Twitter es un lugar peligroso y traicionero para los bocazas que critican lo que después hacen o defiendo cosas en las que no creen y eso le ha pasado a un economista y político – o viceversa- que está más tiempo en las televisiones que en el rincón de pensar.
Es cierto que después de haber sido una víctima más de la tierra quemada que practicó Pedro Sánchez contra los socialistas madrileños, Antonio Miguel Carmona ha conseguido resucitar tras prestar no pocos servicios de adhesión a su verdugo y al de su amigo y jefe Tomas Gómez ,que sigue sin ser amnistiado. Su presencia compulsiva en tertulias de Radio y Televisión y otros foros en los que ha defendido con denuedo a su ex verdugo político, ahora es recompensada con la Vicepresidencia de Iberdrola España, en plena crisis energética, cuando el precio de la luz ha pasado de caro, a carísimo y de carísimo a obsceno.
Antonio Miguel Carmona ha dicho en twitter que “no siente ninguna simpatía por Iberdrola ni ninguna multinacional eléctrica”, pero, que se sepa, por ahora no ha rechazado ni el cargo si el sueldo de vicepresidente
Todos sabemos que las eléctricas contratan políticos de la derecha y de la izquierda (Aznar. Felipe González, Isabel Tocino, Pedro Solbes, Solana, Acebes y un largo etcétera) no por sus conocimientos energéticos sino por su capacidad de influencia para que defiendan los intereses de la Compañía antes que el de los ciudadanos que pagan la luz, algo que a todos les parece escandaloso hasta que les toca a ellos y entonces sufren amnesia de todo lo que criticaron antes.
No vivimos un buen momento para la lírica, la ética ni la estética.