La mejor forma de celebrar una victoria histórica en las urnas para los socialistas españoles ha sido unirse “todos a una” en su 40 Congreso Federal. De la necesidad nace la virtud política. Pedro Sánchez ha logrado una Ejecutiva a su medida, ha visto como Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero le daban su apoyo incondicional, y hasta se ha permitido el lujo de perdonar a los que le abandonaron.
Falta un año para ese jueves, 28 de octubre de 1982, cuarenta aniversario que a buen seguro estará lleno de cohetes y serpentinas, sobre todo si la economía sale del hoyo en el que está metida desde hace un lustro y no sólo por la pandemia. En aquel entonces enterró al resto de la izquierda. Hoy lo tiene mucho más difícil pero por ganas, que no falte.
El quince de junio de 1977 un rejuvenecido PSOE lograba 5.371.866 votos y 118 escaños. Felipe Gonzáles y Alfonso Guerra arrinconaban al resto de siglas socialialistas mas o menos històricas y ponían las bases para la futura mayoría absoluta de 202 escaños lograda en 1982 con el doble de los votos. Saliò derrotado en ese primer intento por la UCD de Adolfo Suárez y lo mismo le pasó dos años después, ya con la Constitución aprobada.
Tres años más tarde, con una crisis económica brutal que demandaba cambios radicales en todos los sectores, desde la mineria a las finanzas pasando por las Administraciones territoriales y las leyes laborales, Felipe González y el PSOE habían reunido a la mayor parte de la izquierda bajo sus siglas - incluidas muchas que habían estado a la izquierda del PCE - habían conseguido romper por el centro a la derecha española que apostaba por Manuel Fraga en lugar de por un Suárez expulsado de su propio partido o de un Landelino Lavilla que olía a Iglesia y no despertaba ningún entusiasmo entre los ciudadanos.
Casi 40 años más tarde el PSOE se encuentra con un enjambre de siglas a su izquierda que vienen a representar a los mismos sectores sociales que aquellos que representaban una parte del PSP, del Movimiento Comunista, de la Liga, del PCE-I... Lo que les diferencia es que en el inicio de la democracia apostaron por la seguridad socialdemócrata ante dos intentos de golpe de estado protagonizados por el teniente coronel Tejero; y ahora están apostando por su propia via.
El resultado es que han regresado al PSOE de 1977 pero sin la misma capacidad de esperanza e ilusión que despertó su entonces secretario general. Era el espíritu del 78 el que reivindicó González durante su intervención.
El 20 de diciembre de 2019 obtenía el PSOE de Pedro Sánchez casi los mismos votos que en aquel junio de 1977, con 28 escaños menos y un futuro que, pese a los malos augurios y tras casi dos años de gobiernos, le pueda llevar a ganar las elecciones, desde luego no antes de que vuelva a concitar a su alrededor los votos de una mayoría.
El Felipe de entonces es ahora un alegre divlrciado vuelto a casar, con ánimos muy ticos y muy poderosos, que dejó la chaqueta de pana en el camino hace mucho tiempo. Y el que era su segundo, el del pañuelo en la cabeza y el botijo para las vacaciones repite slogans que no tienen cabuda en las redes. Aquel PSOE se ha ido muriendo sin que los que llevaban el ataud se dieran cuenta. Sánchez no utiliza la pana, se conforma co el vaquero.
Tiene que volver a empezar y es muy posible que para ello tenga que dejar a un lado y de la misma manera que ellos lo hicieron con los històricos socialistas del exilio, las estructuras anquilosadas y las posiciones ideolôgocas de un socialismo que a fuerza de mutaciones se ha convertido en un partido liberal, por más que se declare socialdemócrata, siguiendo el ejemplo del propio Felipe y de Indalecio Prieto.
La profecia de aquel joven sevillano que conquistö Suresnnes se cumplió durante 14 años de estancia en el palacio de La Moncloa. A su sucesor le queda un largo camino.