Isabel y un señor de Murcia
miércoles 10 de noviembre de 2021, 03:20h
Hablar bien de Isabel Díaz Ayuso supone garantizarse un espontáneo y caluroso montón de reproches, descalificaciones u otras invectivas por parte de algunos lectores, y el silencio amable, aunque con rabia contenida, de gente con las que comparto una relación de respeto intelectual mutuo pero que, como han estudiado en un colegio de pago que se decía antes, prefieren guardar silencio a llamarme perro judío, expresión que data del siglo XIV, recogida de “Las Coplas del perro de Alba”, en las que aparece un can que solo mordía a los judíos y no a los cristianos, por lo que el dicho no es ofensivo.
Pues bien … ¡allá voy!
Si en política en vez de arribistas inseguros existiera la figura del headhunter, como sucede en los grandes equipos de fútbol que intentan fichar siempre a los mejores para que metan muchos goles y ayuden a ganar los partidos, la denostada Presidenta de la Comunidad de Madrid solo tendría como críticos despiadados a los políticos de la oposición, pero no a sus propios colegas de sigla.
Como podría haber dicho mi admirado Joaquín Sabina, “No hay un Sánchez, un Rufián, un Echenique, ni un Puig, que no maldiga lo larga que se hace la vida eterna por el túnel de sus piernas que caminan sin importarle los lamentos de Urkullu, desde Córdoba a Maipú”. El vasco, que tiene un concierto sin orquesta y los catalanes que queman sus propias calles para atraer mejor el turismo, están en contra de ella porque les pinta la cara bajando impuestos en vez de subirlos como hace Sánchez para poder pagar mejor la fiesta del Chivo.
Pero mientras tanto entre un tal Egea, que es murciano de Murcia aunque se cree que ha nacido en Nueva York, y un tal Casado que está haciendo a toda pastilla un nuevo master para aprender a distinguir lo que es un diamante en bruto de una piedra caliza, se están sumando al resto de los partidos para desactivar a Díaz Ayuso y así perder la ventaja electoral que venían consiguiendo, en parte, gracias a ella.
Hay un dicho en política que recomienda no despistar al enemigo cuando se está equivocando, pero es tal el ansia que sienten los que la odian y quienes la temen, que al final se están poniendo de acuerdo por primera vez en toda la legislatura.
Se estudia en primero de Ciencias Políticas que hay que aprovechar el viento que viene de cola cuando en un partido alguien gana elecciones y consigue que voten a su formación los que antes apoyaban al oponente, porque hacer lo contrario es una magnifica estrategia para asegurarse ser por mucho tiempo el líder de la oposición.