Le apoyan con la boca pequeña los suyos, desde el portavoz Echenique a la vicepresidenta Yolanda Díaz, por su último éxito público, estrenado en Londres y traído a la escena política española de forma inmediata.
A un mes de las elecciones autonómicas en Castilla y León, en las que Unidas Podemos se juega una buena parte de ser alguien o seguir el camino de perdición que se augura desde hace tiempo a Ciudadanos, lanza un misil contra la carne que se produce en nuestro país y contmpla asombrado como, en lugar de impactar contra las contaminates macrogranjas que condena Europa, se da la vuelta y hace blanco en su cuerpo, en su Ministerio, en su papel dentro de Izquierda Unida y hasta en el pequeño portaviones que fue Unidas Podemos y que lleva camino de quedarse en ligera fragata.
La clase política que gobierna en la España profunda, la que vive en el campo y por el campo, la que puebla sobre todo las dos Castillas, Extremadura, Aragón y Andalucía, se le ha echado encima con la velocidad del rayo deseos a de convertir su carne en picadillo en los medios de comunicación. Estudiar ha estudiado. Siempre ha querido ser político y dirigir a una parte de la izquierda, pero no ha aprendido la regla básica de ese mundo: los novatos, los pardillos no tienen ningún futuro.
Garzón, el político, no ha se paró a preguntarse y contestarse a tres normas esenciales para sobrevivir en los medios de comunicación: ¿quién era él ?, ¿qué quería decir?, ¿ cuándo lo quería decir?, ¿cómo lo quería hacer?, ¿ dónde lo iba a hacer?¿ para qué lo hacía?, ¿ por qué lo hacía?, y la consecuencia : ¿ qué podía pasar después?. La última pregunta ya tiene contestación, las otras siete le convendría colocarlas en su agenda para repasarlas antes de hablar y escribir en público, ya sea en mítines, conferencias, libros, artículos y en cualquier otro medio que llegue a la sociedad.
El ministro de Consumo - que nació como entidad para dar cabida a los socios del PSOE - quiere que la sociedad y la economía que le sirva sea justa, y -para ello reivindica el sector público y ataca al sector privado. No le sirve la socialdemocracia de algunos compañeros de viaje intelectual como Viçens Navarro y Juan Torres para vencer al capitalismo que dirige a Occidente y a gran parte de Oriente.
Eso lo dice y lo escribe, lo que calla es que allí donde se desarrollaron las empresas públicas como único sistema de trabajo, el derrumbe ha sido clamoroso y ha dejado paso a un capitalismo de estado sin control social y controlado por una minoria que no duda en mostrar las enormes riqueza que ha acumulado en muy breve espacio de tiempo. Tiene cien años de historia universal a los que echar mano.
Don Alberto tiene empacho de literatura económica y una falta considerable de visión de la realidad en la que se mueve. No entiende a la España de 2022 como proyecto social, y tal parece que el denostado sillón ministerial le gusta más que los previsible resultados que la coalición que representa va a obtener a mediados de febrero. Le apasiona el oficio de orfebre de la economía y se aleja tanto del yunque y el martillo como de la hoz. Mala, muy mala praxis en estos tiempos de masas tecnológicas y necesidades básicos en la población a la que quiere salvar de los depredadores multinacionales.
Si logró pactar con Pablo Iglesias para sacar a Izquierda Unida del poco de los dos diputados en el Congreso, debería pensar sería entre en el ejemplo del e dirigente de Podemos tras los resultados autonómicos del pasado mayo en la Autonomía madrileña. Incluso en un rasgo de realidad y generosidad por su parte dimitir y dejar que otro compañero/a ocupe su puesto. Una retirada a tiempo hasta se puede convertir en victoria.
El ejemplo lo tiene en su propio espejo: su renuncia al sistema de pensiones privado que tiene los parlamentarios y la publicación de sus ingresos. Su admirado profesor, del que se dice discípulo, José Luís Sampedro se lo agradecería desde el más allá.