Algo más del 42% de los franceses que habían apoyado a Mélenchon en la primera vuelta, optaron por el voto en blanco, que les parecía lo más sensato, dado que tan mal les parecía un candidato como el otro: uno por su capitalismo ultraliberal y la otra por su ideología ultranacionalista. En las encuestas no se recoge el número de los que decidieron simplemente por no acudir a las urnas que no debieron ser pocos, en torno al 13% según recogen algunos periódicos franceses, que también destacan el incremento de voto en blanco y nulos.
El 39% de los melenchonistas parece que se decidieron por depositar, con las narices tapadas, el voto a favor de Macron, mientras que otro casi 19% hicieron lo mismo para poner en su papeleta el nombre de Le Pen.
El propio Mélenchon ya estaba al tanto de lo que iban a a hacer sus votantes porque en consulta interna realizada tras la primera vuelta, el 37,65% de ellos había manifestado su preferencia por el voto en blanco, por delante del voto en favor Emmanuel Macron (33,4%) y la abstención. La encuesta interna no daba la opción de votar a Le Pen.
Curiosamente, casi el cien por cien de los que habían votado en los territorios de ultramar a la Francia Insumisa en la primera vuelta, se decantaron por Le Pen en la segunda.
Al final el resultado fue de 58,5 % y 18.779.641 votos para Emmanuel Macron, que había logrado el 27% en la primera vuelta, frente al 41,5% y 13.297,760 votos para Marine Le Pen (23% en las elecciones del 10 de abril).
En las presidenciales de 2015, el líder de “En Marcha” había logrado en la segunda vuelta más de 20,2 millones de votos por lo que ha perdido más de un millón y medio de papeletas, mientras que la dirigente del Reagrupamiento Nacional ha pasado de los 10,6 millones a los 13,2 millones actuales.
La abstención que en 2015 fue del 25,4% en la segunda vuelta, mha subido hasta el 28% en 2002. Todos los datos denotan una caída importante de Macron, una subida de Le Pen y sobre todo un creciente hastío de los franceses hacia sus políticos actuales.