Puede que fuera Samuel el escribidor de los textos o puede que no sepamos nunca quién es el auténtico autor de ese Libro sagrado pero lo cierto, lo que ha llegado hasta nosotros a través de griegos como Aristóteles, Herodoto o Jenofonte es que los pueblos y las naciones, de forma periódico, buscan en los jueces lo que no encuentran en sus dirigentes políticos. Moral y gobierno se cruzan y descruzan a lo largo de la historia y la falta de la primera y la crisis del segundo conducen siempre a la violencia.
En los últimos trescientos años, desde esa parte de España que es Cataluña, la política se ha trasladado a los juzgados y al orden público y antes de que lleguemos a un nuevo Refrendum o a una nueva Consulta que son dos maneras de decir lo mismo - tendremos más violencia jurídico/política, con los dos poderes del estado enfrentados sin remedio por el origen de su propia composición.
Vamos a tener víctimas, sin sangre, pero víctimas, con gobierno y oposición empeñados en que el Congreso y el CGPJ y el Tribunal Constitucional ponga en riesgo la convivencia en las más altas instance as de la vida pública. Ya se están poniendo las tablas de los cadalsos judiciales y habrá que soñar y pedir que no se llegue a tener que narrar historias de muertes y heridos.
Seguimos a un paso de que por Cataluña y desde la base de las modificaciones legales en torno a la sedición y la malversación, se viva un conflicto civil como no se conocía desde los años 30 del siglo pasado, y que en el resto de España se mire a los catalanes como al enemigo. Ya ha pasado el tiempo de que se aplique en puridad y dentro de la mayor legalidad el artículo 155 de la Constitución, si llegara a cambiar el color del partido gobernante.
De forma encubierta se está aplicando con el control de las finanzas y de los cuerpos de seguridad. Quería el gobierno un apoyo en el Congreso y tanto el PSOE como Podemos lo han conseguido con sus socios de investidura evidenciando la división que existe entre las fuerzas parlamentarias respecto a qué hacer frente a la Generalitat, la de hoy, la de ayer y la de mañana; y de los setecientos alcaldes de las cuatro provincias catalanas.
Han saltado por los aires los acuerdos de la Transición, se han roto los pactos que permitieron redactar una Constitución y que España pasara de una dictadura a una democracia con el menor coste posible. Lo que no se hizo antes, la ruptura con el franquismo, se quiere hacer ahora e incluso llegar mucho más lejos: redactar una nueva Constitución en la que se contemple el modelo de Estado y se coloque a los ciudadanos en la tesitura de elegir entre una Monarquía federal o una República federal.
El problema de España con Cataluña el el que está haciendo es abrir en canal la convivencia y los equilibrios logrados en estos últimos cuarenta años. Volvemos a escuchar palabras y frases que no se oían desde los años setenta. Sólo falta que cerradas y embargadas las imprentas, los independentistas regresen a las históricas "vietnamitas" que servían a la oposición del franquismo para hacer llegar su mensaje a los ciudadanos que deseaban ver a España convertida en una democracia.
Nuestros peores temores pueden convertirse en hechos y los maquinistas que conducen las locomotoras parecen decididos a no poner los frenos, pensando que los jueces y los cuerpos de seguridad del estado hagan de " guardagujas " y mueven los railes para evitar el choque final.