Cinco variantes para la política que se esconde detrás de 5 letras
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Cinco variantes para la política que se esconde detrás de 5 letras

lunes 09 de enero de 2023, 08:16h

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Escondida detrás de cinco letras la vicepresidenta del Gobierno espera que los desastres que van a suceder en la izquierda en el mes de mayo la conviertan en la única candidata de esa misma izquierda, como aspirante a la presidencia del Gobierno en las elecciones generales. Esta es una primera variante del mismo drama que llevan representando desde hace cinco años todas las fuerzas políticas que se reunieron en torno a la marca Podemos. Una obra en tres actos que se han contemplado en todos los escenarios de España, desde la tragedia de las muertes/asesinatos entre hermanos al vodevil feminista con el que termina, tal vez a la espera de nuevos guiones que representar y nuevos protagonistas que se suban al escenario.

La segunda variante comienza con la misma protagonista escondida detrás de las mismas cinco letras, a la espera de que la tensión política y las luchas dentro de la derecha y del propio socialismo mayoritario, mantengan en pie a esa izquierda fragmentación a la que se unió desde su natal Galicia, de la que recibió por un mandato casi divino el mayor de los galardones que había conocido, y que ésta misma y dividida izquierda no tenga más remedio que elegirla para encabezar su lista a la presidencia en las elecciones generales como única forma de impedir la desaparición de los sillones a los que con tanta rapidez se han acostumbrado a lo largo y ancho del país, rompiendo todas y cada una de las reglas y promesas que ellos mismos se habían dado, y ofrecido a los desilusionados votantes del desgastado bipartidismo imperfecto de los últimos 45 años.
La tercera variante mantiene a la misma protagonista escondida detrás de las mismas cinco letras esperando que, ante el avance de la derecha y la posibilidad de que el lider del Partido Popular consiga la mayoría suficiente, por sí mismo tras deglutir por completo aquellos votos, escaños y puestos de poder que fueron de Ciudadanos, o con la ayuda de los escaños conseguidos por ese Vox que se sabe obligado a cumplir con su papel de rostro duro en el desafio de las urnas, todas o casi todas las fuerzas de la izquierda se planteen unas candidaturas conjuntas, en el decisivo mes de mayo, para las urnas de su último domingo, y que sean élla y el presidente del Gobierno los que bendigan esa unión por poderes para, en caso de victoria, intentar repetir la experiencia ya con élla por delante de las cinco letras que la han protegido hasta ese momento.
La cuarta variante repite el escenario de la terecera pero con un resultado distinto en los inevitables y dramáticos idus de mayo: concertada la unión de todos aquellos que no la desean pero creen que la necesitan para poder seguir en el poder, y en los repartos que se originan a su sombra, se trataría de que las conversaciones y pactos se realizaran primero con los nombres y luego con las siglas. Incluso élla, tan creativa y viajera, puede que plantee otra barrera de letras que la proteja doblemente. Derrotada en las urnas esa unión en la que muy pocos creen y menos aún defienden , las cinco letras permanecerán como muro tras el que esconderse a la espera de que ocurra un suceso inesperado y que los resultados de las elecciones generales permitan una nueva suma de escaños distintos y diversos que permitan al presidente y a la vicepresidenta mantenerse en sus puestos.
La quinta variante es la más cruel para toda esa izquierda que élla quiere reiventar y para élla misma. Podemos se mantiene con su nombre y con sus listas. Desde Izquierda Unida acuerdan que el proyecto de las cinco letras ha fracasado antes de convertirse en lugar de peregrinaje de los votos que llegaron desde 2016. Los otros mil nombres que pueblan ese universo apuestan por intentar sobrevivir en sus pequeñas aldeas alejadas de la globalización y ni siquiera traducen a sus respectivas lenguas las cinco letras. Ella tendrá que elegir entre negociar un puesto en una lista que le lleve al Congreso o retirarse, mirarse en el espejo y volver a empezar. Su presidente ya lo hizo. Ella, ya lo habrán adivinado, se llama Yolanda Díaz, sonrie bien, se viste bien, saluda bien y apenas dice nada de lo que debería decir.
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