Está siendo muy singular la apreciación del dólar cuando resulta que el país se acercado hasta el borde del primer default de su historia. Cualquier economía en esa situación debería ver como su divisa es vendida en prevención. Hace dos semanas el Banco de Inglaterra hizo un reconocimiento sorprendente: ya no tiene idea de hacia dónde se dirige la economía del Reino Unido y no puede ofrecer a los inversores más orientación sobre los tipos de interés. Pueden ir en cualquier dirección.
Sin ser tan explícitos, de las actas de la última reunión de la Reserva Federal se puede deducir algo similar. Pero no son los únicos. Muchos otros bancos centrales tratan de modular su mensaje para no incurrir en señales contradictorias.
DUROS vs BLANDOS
Hemos pasado pues del forward guidance, herramienta para dar indicaciones sobre el futuro de la política monetaria que ha sido la norma durante años, a su ausencia total. No puede sorprendernos por tanto que los economistas difieran en sus análisis. Tampoco que alteren sus pronósticos de un mes a otro con una cadencia e intensidad hasta ahora desconocida. Sorprende con que naturalidad pueden convivir ahora interpretaciones de "recesión profunda" con otras de "aterrizaje suave" y estas dos con las que consideran que no habrá aterrizaje en absoluto.
Podríamos argumentar que este nivel de incerteza es propio de momentos de final de ciclo y, que después de un ajuste tan intenso en política monetaria, deberíamos de estar en su fase final, pero lo cierto es que no resultan tampoco fáciles de conciliar los llamados datos "blandos", aquellos que responden a encuestas y que han venido siendo muy sombríos durante algún tiempo, con los datos "duros" que proveen los institutos de estadística oficiales y que muestran unas economías que parecen sólidas según los estándares históricos. ¿Acaso es que todavía no se nota su efecto? ¿puede deberse a que las políticas fiscales tan expansivas que se han ejecutado exijan una restricción monetaria mayor para conseguir el impacto esperado?
En los bancos centrales conviven visiones distintas que han de conciliar de cara a la opinión pública y a los mercados. En periodos extraordinariamente breves pasamos de expectativas de alza de tipos a otras de recorte que en apenas días vuelven de nuevo a ser alcistas, y no varían en un importe menor. Todo eso arrastra las cotizaciones de todo tipo de activos, y entre ellos los tipos de cambio de los principales pares, de los que a su vez dependen otros.
LO ESTAMOS VIENDO
Está siendo muy singular la apreciación del dólar cuando el país ha llegado hasta el borde del primer default de su historia. Cualquier economía en esa situación debería de ver como su divisa es vendida en prevención. En 2011, en una situación semejante, el Tesoro preguntó a la Reserva Federal por las posibles consecuencias de una suspensión de pagos. Contestó que podría esperarse un descenso de la renta variable de un 30% y una depreciación del dólar del 10%. En el actual episodio, no sabemos que piensa la FED, pero sí lo que piensa el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, que estima un descenso del mercado de valores del 45% en los primeros meses.
Moody´s calcula un 20% y una pérdida de 8 millones de puestos de trabajo. Una recesión profunda, en suma. En una situación así, ¿cómo respondería la FED? ¿acaso no caben perfectamente pronósticos de tipos de interés a final de año del 2.5% que ahora despreciamos por considerarlos exagerados? ¿y qué supone para el dólar? Ya lo estamos viendo. De momento lo contrario a lo que dictarían los cánones, pero en cualquiera de los casos, tanto el ahora más probable como el improbable ¿podemos sostener durante mucho tiempo que la apreciación del dólar es la consecuencia natural?