Socialistas y populares creen que van a mejorar sus resultados del 28 de mayo. Pedro Sánchez pretende mantener al menos sus ciento veinte escaños para negociar con la suma de la otras izquierdas y los nacionalistas moderados. El ejemplo con Bildu en Navarra indica que las candidaturas de antiguos etarras lo hicieron.
Sus presuntas víctimas: Podemos y una parte de Ciudadanos ya no existen como tales. Los primeros por los golpes sufridos y la posición de Yolanda Díaz como única líder posible, salvo que las rencillas personales lleven al desastre.
Ciudadanos, por su parte, ya han renunciado a presentarse y sus trescientos mil votos emigrarán hacia el PP o la abstención. Las listas que hay que hacer y que Feijóo necesita administrar pueden ser una buena salida.
El último trozo de Ciudadanos y una posterior negociación con el PNV y Junts le pueden evitar al presidente del PP depender de Vox. Para esas matemáticas postelectorales necesita que su partido tenga, por lo menos, 150 escaños.
La ley dice que la campaña para las elecciones del 23 de julio comenzará el ocho de ese mismo mes pero lo real es que ya ha comenzado cuando aún se están negociando los resultados de hace apenas unos días.
La realidad es otra muy distinta. Ya estamos en campaña y no precisamente desde que el Rey fue informado de la decisión del presidente.
Las normas, en política, están para no cumplirlas. Llevamos en campaña permanente desde las convocatorias electorales de 2019 y la formación del primer Gobierno de coalición. Cuatro años en los que líderes y partidos se han dedicado más a atacarse y buscar los votos que a gobernar o proponer alternativas a las cambiantes ofertas que se hacen de cara a las urnas.
De nuevo hay que hacer listas, colocar nombres, pelear por los puestos de salida, mirar al líder de turno e intentar que su varita mágica te coloque allí donde los votos pueden llevarte al Congreso o al Senado. En mayo, la bajada a los infiernos del Partido Socialista, de Podemos y de Ciudadanos ha hecho que los aspirantes sean muchos y la “mies” poca.
La batalla interna dentro de Podemos está más que asegurada y Pablo Iglesias no tendrá más remedio, a través de Ione Belarra, de defender posiciones en las listas, lo mismo que van a hacer Iñigo Errejón y Alberto Garzón. Todos son conscientes de que la desunión les dejará sin capacidad de negociación con el PSOE.
Ese mismo problema, el de los recortes de escaños por el voto útil lo tiene Santiago Abascal. En Vox, si miran a fondo los resultados del 28 de mayo, no pueden pensar en crecer electoralmente el 23 de julio. Su objetivo es la defensa de lo obtenido, que no es poco y exigir lo posible ante un Feijóo que no les quiere en un hipotético Gobierno.
Pedro Sánchez deberá no sólo sumar a sus escaños los que consiga Sumar a su izquierda junto a los de Bildu, la Cup y otros casi unipersonales. También tendrá que evitar el cambio en el PNV y en ERC, el único camino para alcanzar la mayoría que necesita para salir investido. Y puede que los problemas no resueltos vuelvan a presentarse. Se volverá a encontrar con el inesperado cuarteto de la nueva y cambiante izquierda con la que ha estado gobernando.
En ese camino de retorno al bipartidismo, el objetivo de Núñez Feijóo es otro. Para ganar en las urnas el PP tendrá que doblar los votos actuales conseguidos en 2019. Una posibilidad que ya está a su alcance si se extrapolan los resultados de las recientes municipales.
Con adueñarse de forma definitiva de la sombra de Ciudadanos y consolidar su papel de única alternativa al socialismo que representa Pedro Sánchez tendrá suficiente. Santiago Abascal tiene que defender lo conseguido pero no puede obstaculizar la conquista del poder por su contrincante en la derecha.