Ni el PP con apoyo de Vox y de Coalición Canaria y de Unión del Pueblo Navarro tiene los 176 escaños que necesita para lograr la investidura de Núñez Feijóo; ni el PSOE con los apoyos de Sumar, de ERC, de Bildu, del PNV y del BNG puede lograr la suya. Lo que ocurrió en mayo en las elecciones autonómicas y municipales no ha vuelto a pasar en julio con las generales. El Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo quería mantener de azul el mapa de España, que era rojo hace cuatro años.
Victoria cómoda del presidente de los populares en votos y escaños. Se agarrará a su oferta durante el debate que tuvieron len Antena 3 de que gobernara el que más votos sacara. Situación política tan complicada por las sumas necesarias para los dos grandes partidos que no sería nada extraño que los españoles tuviéramos que volver a las urnas a finales de año, justo al terminar la presidencia de la UE por parte de nuestro país.
Feijóo necesitaría que desde el independentismo vasco o catalán cambiaran de opinión, pero la presencia de Vox lo hace prácticamente imposible. Sánchez, que ya tuvo 180 escaños a favor de su moción de censura en 2018, se encuentra en la misma posición. Con la formación de Yolanda Díaz - que ha tenido siete escaños menos que los que obtuvo ese bloque de izquierdas con Pablo Iglesias al frente - el actual presidente en funciones se queda en 153 escaños. Para llegar a los 176 tendría que pactar, con un precio muy alto, con ERC, con JxCat, con Bildu, con PNV y con el BNG, que todos juntos suman 26 escaños. Tendría mayoría absoluta y puede que lo intente pero no parece que sea posible.
El presidente del PP puede pedir su debate de investidura pese a que no tenga los escaños suficientes. Nos haría a todos un favor, comenzarían a contar los dos meses que deben separar la repetición de elecciones, pero antes se deben formar las Cámaras, Congreso y Senado, y presentarle al Rey los resultados. Feijóo quiere pedir a Sánchez su abstención y Sánchez le pedirá lo mismo. Un país, esta España, que va a asistir al espectáculo de unas negociaciones infinitas.
Los dos grandes partidos van a jugar a culminar el retorno al bipartidismo imperfecto. Forzar nuevas elecciones para que el cansancio haga que los españoles concentren su voto. Un juego peligroso, que sale bien en los despachos y en la mesas de los analistas y sociólogos pero que ya se ha demostrado que no es real.