En las guerras de verdad en Palestina, Ucrania, Siria, Yemen, Afganistán o el Congo se mata y se muere, y apenas hay una foto de los que sobreviven, pero en los momentos de tregua pactada aparecen los políticos con casco y chaleco antibalas luciendo una imagen ridícula. Hasta los elementos de protección que visten solo sirven para aparentar que están en riesgo porque no cubren adecuadamente zonas vitales del cuerpo.
Durante estos días de tregua Pedro Sánchez ha estado en Gaza e Israel para hacer un pase de modelos bastante ridículo y hablar en nombre de la Unión Europea sin haber pactado lo que iba a decir y ha conseguido cabrear a Israel y desairar a la Comisión, pero lo importante era que el mundo le viera con un chaleco antibalas que no le protegía sus testículos´.
¿Dónde están sus asesores de imagen? ¿Dónde los expertos en protección de altos cargos? ¿Dónde están los sastres que diseñan los trajes de guerra? ¿Dónde la autoestima del que se deja vestir así? ¿Dónde el sentido del ridículo?
La guerra en Ucrania es a campo abierto, pero en Gaza no. Allí los políticos que van de visita se visten de Superman para aparentar que los civiles con poder son más valientes que los militares profesionales que se juegan y a veces pierden sus vidas en los conflictos armados. La apariencia de los reporteros urbanos o los políticos en campaña bélica no sirve para tapar su ridícula desnudez, y la crónica de estos fantoches debería firmarla Miguel Gila, si aún viviera, para situarlos en el paraninfo de la mentira calculada.
Las guerras no defensivas son la manifestación de la crueldad legal o ilegal de los gobernantes que deciden matar al enemigo al coste de la vida de sus propios compatriotas y no existe mayor desgracia para un pueblo que tener a un psicópata como encargado de pulsar el botón del holocausto mientras se dedica a dar lecciones sobre cómo hay que conseguir la paz .