En febrero de 2021 el PP quedó el último de los ocho partidos que se presentaron. Unos raquíticos tres escaños frente a los once que consiguió Vox, que se alzó con un meritorio cuarto puesto por detrás de los socialistas y los dos grandes partidos que defienden la independencia. Los populares cuentan con la desaparición de Ciudadanos o al menos su insignificancia. El Partido que fundó
Albert Rivera y alcanzó la gloria con
Inés Arrimadas intenta sobrevivir en su tierra de nacimiento, empresa más qwue difícil, al igual que le resultará complicado mantener los tres escaños de los que goza en el Parlamento europeo.
Los resultados de las últimas urnas y los pronósticos de los sondeos son difíciles de compaginar en cuanto al mantenimiento de votos y escaños por parte de los distintos partidos. Si el PSC de Illa pasara de los 33 escaños conseguidos a los 40 de los pronósticos sería a costa de los Comunes/ Sumar de Ada Colau y Yolanda Díaz, que podrían perder ls casi totalidad de los ocho que lograron hace tres años. Encajarían esos números dentro de la izquierda con sentido estatal. Las subidas y bajadas de Junts y ERC son las de dos vasos comunicantes con ese aliviadero de radicales que es la CUP.
Lo que resulta más difícil de explicar son los pronósticos sobre la derecha española, entre PP y Vox en caso de mantener la formación de Santiago Abascal el mismo número de escaños o, como máximo la pérdida de uno, mientras Alejandro Fernández, el candidato popular que tuvo que imponerse a la sede central de su partida en el último minuto, logre diez escaños más. Los ciudadanos catalanes, este domingo, no pueden cambiar tanto, ni de forma tan alocada como para que los votos dancen como posesos de unas papeletas a otras, de unos colores a otros.
Es en ese escenario, al igual que ya ha ocurrido en otros parecidos en otras autonomías el pasado año, donde la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, aparece como el mejor de los remedios para lograr el proceso de “curación” de la derecha estatal en Cataluña frente a lo que consideran un “ virus “ de su propio organismo como es Vox, que creció gracias a los iniciales apoyos que recibió Abascal por parte de José María Aznar y Esperanza Aguirre como respuesta a los desplantes que les hizo Mariano Rajoy desde su doble puesto de presidente del Gobierno y presidente del partido. Sin aquella política “ a la gallega” es más que posible que Vox no hubiera nacido.