Nada que envidiar en España y Europa a los debates electorales que han comenzado en Estados Unidos de cara a la cita con las urnas en el mes de noviembre, y a las Convenciones de julio y agosto del Partido Republicano y del Partido Demócrata. Con un formato diferente y en la cadena CNN, los dos candidatos ofrecieron lo mejor y lo peor de sí mismos, con un resultado aceptado por todos los medios de comunicación y todos los analistas norteamericanos: Trump ganó con comodidad pese a sus clamorosas mentiras por la tambaleante actuación y las “ausencias” de Biden. La imagen venció a las palabras.
Un debate de futuros presidentes, salvo que los demócratas cambien al actual presidente para colocar a otro aspirante en el mes de agosto, ya sea por retirada o nuevos acuerdos de una mayoría de los delegados en la Convención. Se acusaron de todo lo acusable y emplearon los adjetivos más duros, sin olvidarse de las actuaciones judiciales que les afectan a ambos, a
Trump de forma directa y con condena por sus relaciones con la actriz porno
Stormy Daniels, y a
Biden por las actuaciones empresariales y consumo de estupefacientes de su hijo
Hunter, quien, por cierto era uno de los socios de los laboratorios biotecnológicos que se instalaron en la frontera de Ucrania con Rusia.
Nada más terminar los noventa minutos que duró el debate la vicepresidenta Kamala Harris salió a defender a Biden con un mensaje a medio camino del apoyo incondicional y de la presentación de su candidatura en el lado demócrata si, finalmente, se decide que el actual presidente y por ahora único candidato deje paso a otra figura que pueda derrotar a Trump. La hasta ahora “desaparecida” Harris estaría jugando en la mitad del tablero, con la posibilidad de inclinarse a un lado u otro. Sin mucho tiempo para cambiar y lograr que otro candidato suba al ring de los 50 estados que constituyen la actual USA, las posibilidades de una “sucesión ordenada”, incluso si se mantuviese Biden y ganara en noviembre con Kamala de número dos, las posibilidades de una posterior renuncia serían muchas y muy reales.
Si dejamos a un lado las consecuencias internas para Estados Unidos del mantenimiento o el cambio de inquilino en La Casa Blanca, el debate dejó muy clara la posición de Trump sobre la OTAN, la aportación de su país al gasto militar de la misma y, sobre todo, loo que piensa de la guerra de Ucrania y de Volodomir Zelensky, al que llamó “pedigüeño” por dedicarse a viajar de un país a otro siempre exigiendo a la OTAN ya los países que la integran la organización más armas e inversión, y hasta intervención directa en el conflicto para llevar la contienda a territorio ruso, muy en la línea que ha emprendido el presiente francés, que también dependerá de los resultados de las elecciones legislativas galas del próximo domingo, con una ultraderecha menos proclive a mantener la escalda bélica con la Rusia de Putín y más favorable a la búsqueda de un difícil pero necesario acuerdo de paz.