La historia del capitán Willard en Camboya y su búsqueda del coronel Kurtz, convertida en una de las mejores películas sobre la guerra de Estados Unidos en esa parte del continente asiático, no se hubiera filmado sin el guion de John Milius y del propio Francis Ford Coppola, que cambiaron el escenario selvático del África subsahariana por el de las selvas de Vietnam y Camboya. “Apocalypse Now”, que se rueda en 1979, está basada en las experiencias que el polaco-ucraniano Conrad vivió como marinero de varias navieras belgas, holandesas y británicas dedicadas a la explotación y transporte de marfil y diamantes, sobre todo desde el Congo.
Seis meses de travesía por el río del mismo nombre en busca de Kurtz, jefe de una de las explotaciones, que se había convertido en un monstruo tan adorado por sus hombres y las tribus vecinas como el “futuro coronel Kurtz” aparece en el film norteamericano. Seis meses en los que comprueba con horror las cabezas empaladas que jalonan las riberas del río, y la despiadada brutalidad con la que Leopoldo II de Bélgica trata a los nativos, que cree le pertenecen como si fueran bestias a las que explotar, vender y matar. Seis meses que le servirán para su particular bajada a los infiernos de la condición humana a través de su propio personaje, Charles Marlow. El corazón de aquellas tinieblas de las que se nutrió y benefició Europa es hoy el mismo al que viaja nuestro presidente, seis meses después de que lo hiciera acompañado de Úrsula von der Leyen. Ni entonces, ni ahora el viaje servirá para mucho.
España es el país más dañado por la emigración irregular de miles de personas que se suben a los cayucos que fondean en los puertos de la costa atlántica africana, sobre todo en la capital de Mauritania, Nuakchot, para intentar llegar a las islas Canarias, cuando no a la propia Península a través del Sahara y Marruecos. Esas miles de personas que han emprendido el viaje este mismo año, ya convertidas en millones por toda Europa, son los herederos de los que sufrieron la barbarie, la esclavitud y la muerte.
La solución ante esa emigración asfixiante no está en el reparto por cuotas de esas personas en las Comunidades Autónomas, o en su envío a otros países, como está haciendo Gran Bretaña, o en buscar acuerdos de alojamiento en Albania, como está intentando el gobierno de Giorgia Meloni. La única solución a largo plazo es tan imposible como lo es el adecuado reparto de la riqueza, ese sueño que está en el gen de todas las guerras habidas y por haber.
Mauritania, Gambia y Senegal representan la primera línea del combate. Detrás, está el resto de países que empujan a sus propios ciudadanos a huir de la guerra y del hambre hacia las costas para, desde allí y con el riesgo claro de la muerte en el mar, intentar llegar a España. Tenemos ese problema que se ha convertido en uno de los que llenará los medios de comunicación con las declaraciones de los dirigentes políticos.
Pasa aquí, pasa en Francia, pasa en Italia, pasa en Estados Unidos. Emigración y violencia, emigración y trabajo, emigración e inseguridad ciudadana. Verdades y mentiras que se mezclan, sobre todo en las redes sociales, para crear auténticos cócteles Molotov con los que incendiar las elecciones. El loco, brutal, sanguinario Kurtz es parte del sistema, la parte que de vez en cuando hay que extirpar, siempre, claro está, que el sistema siga funcionando.