No tiene muchas salidas Pedro Sánchez. Podrá iniciar un contraataque contra dirigentes populares sobre la base de presuntos tratos de favor o acuerdos con empresas desde los gobiernos regionales que tenía y tiene el PP, que son muchos, al igual que son muchos los grandes ayuntamientos que van a colaborar en esos ataques al actual Gobierno. Podrá medir las consecuencias de los acuerdos en Cataluña con ERC para invertir de presidente a Salvador Illa e intentar, con permiso presupuestario de la vicepresidenta y titular de Hacienda, repetir en el ámbito fiscal lo que hizo el ministro Clavero Arévalo al inicio de este periodo democrático con el “café para todos” político, que sigue estando en la base de todos los problemas estructurales de España. Incluso podrá ofrecer cabezas de amigos y compañeros como sacrificio en la defensa del actual Gobierno. Lo que no puede, ni podrá evitar, es el paso del tiempo y el continuo desgaste que produce en su imagen ante los ciudadanos.
El presidente y el Gobierno necesitan la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Si no lo consiguen, le será imposible mantener la actual legislatura más allá de 2025, apenas un año a partir de mediados de agosto. Tendrá que presentarse ante el Rey para informarle de la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones. Dentro del propio PSOE las apuestas de sus dirigentes se mueven en esa dirección, con una única incógnita por resolver: ¿quién sería el candidato del partido? ¿Querrá repetir Pedro Sánchez y buscar así, en las urnas, el apoyo que no encuentra en la clase política e incluso entre sus propios compañeros de partido?
Llegado a esa encrucijada, el presidente no tendrá solo que pensar en el poder político y en lo que representa estar al frente del Gobierno en una situación tan cambiante como las que se están produciendo a nivel global y a nivel nacional. Tendrá que medir las consecuencias personales y familiares de perder el sillón de La Moncloa. Una cuestión que le afecta a Pedro Sánchez de forma singular, pero que extiende sus consecuencias a todos los actores de la política española, tanto a los que le ayudaron a llegar y mantenerse durante siete años, como a los que podrían conseguir una clara mayoría absoluta, en solitario o con otras fuerzas amigas.