Si el juez Peinado quiere mantenerla como investigada/ imputada en el procedimiento y de cara a la finalización del mismo y su traslado a un posible juicio oral, tendrá que hacerlo sin que la esposa de Pedro Sánchez haya dicho una sola palabra en el juzgado de la Plaza de Castilla. Aparecerá su nombre y los posibles cargos o indicios de delitos pero no un sí o un no a las preguntas que le querían hacer. Esa es una parte de la batalla, no pequeña pero no decisiva.
Tendrán que pasar meses para vislumbrar el final judicial del caso, con previsibles incorporaciones de otras instancias judiciales, sin descartar que pueda llegar hasta el Tribunal Constitucional, tras pasar por el Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid y el propio Tribunal Supremo. Ya ha pasado en el tema de la amnistía catalana en cuando al alcance de la misma y la resolución de la Sala presidida por el magistrado Marchena, apenas un mes antes de su jublación.
Serán otros los testimonios que aparecerán, desde el de Barrabés a los del rector y vicerrectores de la Universidad. Puede que también los de Javier Hidalgo y los del resto de protagonistas del escándalo. También la suma de acusaciones particulares y hasta los pronunciamientos de la Audiencia Provincial de Madrid. Nada más y nada menos. El silencio de Begoña rodeado de declaraciones de todo tipo. Las que ya se han producido y las que faltan, que van a ser muchas y afectarán a más de una empresa y sus directivos. La acumulación de testigos y escritos por cada una de las partes aumenta de forma geométrica el volumen del sumario, que puede alcanzar a este paso y en los meses que vienen los miles de folios.
Las reacciones de la oposición han sido las que se esperaban, con Vox pidiendo al juez un paso más: citar al presidente del Gobierno como testigo dadas las visitas que hicieron a La Moncloa algunos de los investigados. Para mal de la imagen presidencial y del PSOE, la historia profesional de Begoña Gómez se ha convertido en una boa gigante dispuesta a tragarse una Legislatura entera.
Por de pronto y con otros frentes abiertos como son los Presupuestos Generales del Estado y las posiciones de sus socios, desde Sumar a Junts e inciso el PNV, el presidente Sánchez se tendrá que centrar en la posición de España en los grandes temas internacionales como son la ampliada guerra de Oriente Medio, con Israel en el centro de las decisiones, la continuada guerra de Ucrania y la necesaria conferencia de paz en el horizonte, y las elecciones en Estados Unidos y el posible regreso de Donald Trump a la presidencia. La crisis económica y social en Gran Bretaña; la decisión del presidente Macron de saltarse el resultado electoral y dejar fuera del poder a la izquierda ganadora y a la derecha radical; o el crecimiento de los extremos en Alemania y Austria pasarán a un segundo plano tras ver quién se sienta en el despacho oval de La Casa Blanca. Incluso el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, diplomático y nada amigo de España, por cierto, ya sabe que no será lo mismo tener que tratar con Trump que con Kamala Harris. En cinco semanas comenzarán las respuestas.