Los bancos centrales aceleran los recortes de tipos, soñando con un aterrizaje suave. ¿Lograrán el ajuste perfecto o se arriesgan a un nuevo error histórico? El recientemente iniciado ciclo de flexibilización monetaria en el mundo continua su curso. Los primeros pasos son siempre los más sencillos y hasta pueden permitirse errar en el momento y en el tamaño. No es particularmente importante.
MOTIVOS TIENEN
La clave está en el punto de destino. La intención es acercarse progresivamente a la neutralidad para no ser un freno al crecimiento sin arriesgarse a un repunte inflacionista. ¿Por qué no soñar con un ajuste perfecto si han sido capaces de lograr reconducir la inflación sin provocar una recesión? El aterrizaje suave parece al alcance y quizá entonces el retrato de los banqueros centrales pueda colocarse en el salón de la fama.
Nadie recordará entonces su error de partida al juzgar como transitoria la inflación y no responder con rapidez a la escalada de los precios. Estaban todos en el mismo barco, como reconoció a modo de excusa el presidente actual.
Serán recordados por sus éxitos y quién sabe si como al presidente de la Reserva Federal entre 2006 y 2014 se les reconoce su gestión con el premio Nobel de Economía como se hizo con el norteamericano en 2022, argumentado en sus estudios sobre la Gran Depresión, pero implícitamente reconociendo su labor durante la Gran Recesión.
Los actuales responsables no tienen ese bagaje académico, y no han hecho más que empezar en el proceso de desescalada. Todavía pueden torcerse las cosas. Para reducir esa probabilidad, han decidido iniciar con fuerza los recortes, evitando comprometer una respuesta a la pregunta de ¿hasta dónde?
Hace apenas unas semanas, las apuestas por un recorte del BCE en octubre eran muy bajas. Habían transcurrido cinco semanas desde el recorte anterior y sus equipos no habían revisado el escenario de inflación y crecimiento, del que si dispondrán en la reunión del 12 de diciembre.
Han decidido arriesgarse. Motivos tienen, porque no hay duda de que las economías están enfriándose y creen que las circunstancias ya les permiten poner la vista en 2025 recuperando la forma prospectiva de actuar, y de paso aliviar el peso de la carga por intereses que por su enorme acumulación de deuda han de soportar los Estados. Que hay que ocuparse del nivel de deuda es algo que el FMI recordará a los líderes mundiales en la reunión anual que tiene lugar en Washington esta semana.
MEJORA EL CRÉDITO
El BCE cuenta con la ventaja de saber que la economía europea es más sensible que la norteamericana a los ciclos de política monetaria, y que las amenazas son también mayores por razones ya conocidas.
A la par que se mantiene en Europa una recesión industrial, el sector servicios está moderando su aportación al crecimiento y por ello es probable una revisión a la baja en las estimaciones de diciembre. Razón sobrada para un nuevo recorte de 25 pb antes de Navidad. Pero mejor no asumir la continuidad del recorte reunión a reunión.
La demanda y la concesión de crédito repuntan en Europa por primera vez en dos años, tanto de empresas como de familias, y en particular del crédito hipotecario.
La todavía leve mejora del crédito empresarial para inversiones es particularmente alentadora, porque permitirá justificar a las empresas haber mantenido el empleo durante los tiempos más difíciles en lugar de comenzar a destruirlo como estaría cercano a ocurrir en el caso contrario.
Si los riesgos no se materializan, que los tipos de interés lleguen en Europa hasta el 2 % que los mercados ahora descuentan, puede resultar una expectativa frustrada. Con el permiso del resultado electoral en EE.UU., es algo que agradecerá el euro