El grave problema del Rey es que tiene razón pero los políticos no le hacen caso
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El grave problema del Rey es que tiene razón pero los políticos no le hacen caso

jueves 26 de diciembre de 2024, 09:23h

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El PSOE que dirige Pedro Sánchez y el PP que dirige Alberto Níuñez Feijóo - el resto son si les compañeros de viaje por mucho que se nieguen a aceptarlo- aplauden el discurso navideño del Rey y esperan 24 horas para repetir en sus comportamientos todo aquello que Felipe VI les ha pedido que no hagan. Ese es el grave problema que tiene el Monarca y el grave problema que tiene España. Los políticos no dan ninguna muestra de serenidad en sus comportamientos y declaraciones; no buscan nngún pacto de convivencia, tan sólo se acercan para pactar la destrucción del contrario; hacen todo el ruído que pueden dentro y fuera de las instituciones y dejan fuera de los debates las auténticas reclamaciones de los ciudadanos: vivienda,paro, sanidad, ediucación, emigración.
El discurso de Felipe VI de esta mala Navidad de 2024 no ha sido ni de derechas, ni de izquierdas. Ha resumido las críticas de 48 millones de españoles hacia su clase política, con la tragedia de Valencia como el mejor de los ejemplos. Se tardarán años en arreglar el desastre y mentras tanto ningún dirigente político de primer nivel ha dimitido, como debió hacer, para empezar, el presidente de la Generalitat. No era, ni es el único, pero el tiempo ya está causando sus peores efectos: desaparece de la retina de los ciudadanos la magnitude de la catástrofe, los doscientos muertos, las casas destruídas, la falta de planificación, el futuro urbanistico, la avaricia de unos promotores, la falta de inversiones públicas, la dejadez administrativa. Todo lo que faltó y que lleva camino de querdarse como estaba a la esperar de un nuevo y previsible desastre.Los spots navideños son de una hipocresia que asusta y repugna.

Serenidad, convivencia, respeto, tres palabras que están ausentes del debate político y de las relaciones entre las distintas fuerzas que componen las Cortes generales y los Parlamentos autonómicos. También están ausentes de otras instituciones, con la de la Justicia en primer lugar. La Constitución de 1978, que el Rey mencionó como la base de todo el andamiaje institucional no nació perfecta, al igual que ninguna Carta Magna de cualquier país lo es, para eso están las actualizaciones que la propia realidad internacional y nacional imponen a las nuevas generaciones. La España de 2024 no se parece en nada a la de 1978, para bien. Esa es la prncipal razón para que se actualicen los mecanismos del poder y de las instituciones. No hay que romper los muros de la casa común, tan sólo cambiar algunas paredes y volver a pintar.

A esta España de hoy le sobre Estado y le falta Nación. Tenemos una burocracia que llena el país de despachos y papeles mientras que el concepto de Nación española se diluye dentro de los diecisiete apellidos que cada autonomía busca para diferenciarse de las demás. Diecisiete poderes que no aceptan la base común, empezando por las que se consideran históricas y con derechos por encima de las demás, sin pensar que si son más que las demás es gracias a que las demás han aceptado durante siglos ser menos.

Lo español como sentimiento global de una civilización y unas creencias, que debería estar por encima de cualquier apropiación indebida por parte de la derecha y de la izquierda, ha desaparecido o está en trance de desaparecer. Y a partir de ese dato se desarrollan el resto de los males que ha enmerado Felipe VI. No existe la serenidad de ver al adversario como el complementan para que el país mejore; se desprecia la convivencia por ser un obstáculo para el desarrollo de los Instintos de destrucción; se intensifica el ruído en toda la vida pública para así no escuchar la voz del pueblo; y los pactos de estado se convierten en imposibles. La clase política busca el poder con el único objetivo de mandar y mantenerse en los respectivos sillones del mismo.

Esa incapacidad de los agentes políticos es extensive a los agentes sociales: sindicatos y empresarios caminan por senderos muy diferentes; los tribunales son el escenario de la conflagración política, sin la mesura y la independencia necesaria, con jueces que traspasan sus funciones y fiscales que convierten sus espacios profesionales en trincheras; la presencia de España en el ámbito internacional es escasa y en retroceso, dejando que sean otros los que ocupen esa parte de nuestra historia.

Nadie quiere dar un paso atrás aunque lo vea necesario por la simple razón de que ese paso será aprovechado por el adversario para acercarse un poco más, no a la verdad al servicio de los ciudadanos, tan sólo a su ambición de poder. El Rey tiene un grave problema, que no es nuevo pero que en este 2024 ha adquirido más importancia y nos deja ante un 2025 más inquietante aún que el que estamos a punto de abandonar: la clase política no le hace caso y el país, los 48 millones de españoles lo perciben.

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