La vuelta de Donald Trump provocará turbulencias en el Mediterráneo occidental
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La vuelta de Donald Trump provocará turbulencias en el Mediterráneo occidental

Por Pedro Canales / Atalayar

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La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca va a sacudir las relaciones geopolíticas en toda la región del Mediterráneo occidental, en el sur de Europa y el norte de África. El nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, ya ha anunciado pautas que afectarán a España y todo su entorno

Uno de los objetivos firmes de la nueva Administración republicana es reactivar los Acuerdos de Abraham, establecidos en 2020 con la firma de un acuerdo de paz entre los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Sudán con Israel en la Casa Blanca y anunciado desde el despacho oval por Donald Trump. Un mes y medio más tarde, Marruecos firmaba con Israel el restablecimiento de relaciones diplomáticas uniéndose de facto a los Acuerdos de Abraham. Este acuerdo histórico era solo el principio. Debía completarse con la adhesión al mismo de las monarquías del Golfo, en especial Arabia Saudí.

Pero los Acuerdos de Abraham no fueron prioritarios para el demócrata Joe Biden, lo cual preparó el estallido del polvorín regional con los ataques del movimiento Hamás contra Israel y la respuesta bélica del Estado hebreo primero contra Gaza y posteriormente contra el Líbano y Siria. De manera simbólica se podría decir que Trump proponía una “Pax colloquiorum” y Biden una “Pax belli”, el diálogo frente a las armas, la solución negociada frente a la paz de los cementerios.

Donald Trump quiere reactivar los acuerdos bilaterales entre los países árabes e Israel. Antes de entrar en el despacho oval ya había conseguido que Israel firme el alto el fuego con el movimiento Hamás y los palestinos de Gaza y Cisjordania. Pero su proyecto encontrará dificultades en el Mediterráneo occidental.

Marruecos, que ya ha firmado su compromiso con los Acuerdos de Abraham, restableciendo relaciones con Israel, será el país clave en el que Trump se apoyará. Frente a él se encuentra Argelia, hostil a los acuerdos, y España, cuya política en la ecuación Israel-Palestina provoca la desconfianza de la Casa Blanca. Es más que probable que Marco Rubio, el encargado de llevar adelante la política exterior de Donald Trump, descarte tanto a Argelia como a España en la andadura de la diplomacia estadounidense.

Con Argelia, la recreada Administración Trump tiene compromisos en cuestiones de seguridad y en una presencia preponderante de empresas del lobby energético estadounidense en la explotación de los hidrocarburos en Argelia. En realidad, es Argel quien depende para su supervivencia de Washington, con lo cual el régimen de Abdelmadjid Tebboune nunca será un problema para Trump.

Con España, Donald Trump parece querer practicar la silla vacía. El presidente socialista Pedro Sánchez está fuera de la agenda estadounidense, tanto hacia Medio Oriente, como hacia Europa. El órdago lanzado por Sánchez al reconocer unilateralmente al Estado palestino y condenar “el genocidio israelí en Gaza” no hizo mella en la Administración Biden, y mucho menos lo hará con Donald Trump. Teniendo las bases militares en España aseguradas (ningún gobierno se atrevería a cuestionarlas), la Casa Blanca dejará de lado al Ejecutivo español aun siendo “socios estratégicos y amigos”. El nuevo embajador Benjamín León Jr. vendrá a Madrid con una cargada agenda iberoamericana nada más. Una situación ésta que podría cambiar con un nuevo Gobierno en España, presumiblemente del Partido Popular, que Washington viera más leal y con el que podría contar.

El estrecho de Gibraltar, como tal, ocupará un lugar importante en los planes de Trump-Rubio. La U. S. Navy ya ha mostrado su interés por el proyecto del túnel del Estrecho que unirá España con Marruecos, y cuya finalización se prevé en la década de los 30. No para el Mundial de fútbol de 2030, porque “los plazos no lo permiten”, según fuentes cercanas al macroproyecto, pero sí en el curso de la década. El equipo de Donald Trump tiene fijados objetivos económicos y militares en todo el mundo, como Panamá, Suez, Gibraltar, Bósforo y Malaca, para tener controlado el comercio mundial en caso de crisis mayor.

Las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea, con la imposición de aranceles y estando la OTAN en el aire en caso de que los miembros europeos de la misma se muestren reacios a aumentar sus presupuestos de defensa, afectarán de lleno a España cuyo Gobierno se encuentra fracturado en este punto. Marruecos lo tiene más fácil, por sus acuerdos con Estados Unidos y su posición limpia en las relaciones bilaterales.

Las previsibles negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre el tema Ucrania también afectarán a España, que ha apostado por la guerra como solución al conflicto. Si Donald Trump llega a un acuerdo con Vladimir Putin sobre el futuro mapa geopolítico del continente, la Unión Europea, por su poca competitividad en el mercado mundial, arriesga su parálisis.

Nunca antes la llegada de un nuevo presidente en los Estados Unidos ha creado tal expectación planetaria. España, como los demás países, se verá afectada, y su política interna y externa sufrirá las consecuencias de la imprevisión y el infantilismo que la han caracterizado estos años.

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