La verdad está en el dinero. La paz en Ucrania se va a firmar y lo que unos y otros están discutiendo bajo la mesa es el reparto de la reconstrucción. Rusia se va a quedar con el Donest, que ya es parte de su territorio, pese a que Sánchez y Albares digan lo contrario., al igual que lo asegura el responsable político de la OTAN, Mark Rutte, el holandés que durante años nos colocó a los españoles como los “vagos” de Europa, sin mirar hacia el interior de su país, convertido en un encubierto paraíso fiscal. El menos indicado para predicar co el ejemplo.
Decir que la guerra de Ucrania es injusta y que la paz que pueden conseguir Trump y Putin no puede er justa sin que hablen todos, es una tontería de las gordas, a menos que se interprete como una maniobra para estar presente en el reparto del botín de la reconstrucción. Una posición muy parecida, en ese terreno y término, que lo que se va a hacer en Gaza. Tras las guerras y los males de millones destinados a destruir, llega la paz y los males de millones necesarios para volver a levantar todo lo destruido. Los miles de muertos pasan tristemente a un segundo plano.
Desde que se “inventó” la guerra como forma de dominar por la fuerza a los que se consideran enemigos el primer episodio de todos los conflictos se basan en la mentira. No hace falta ser chino, ni llamarse Sun Tzu, ni escribir un tratado sobre ese “arte” de la destrucción hace dos mil quinientos años. Tenemos muchos y buenos ejemplos que afectan a los españoles de estos tiempos: en la guerra de Irak se mintió con descaro, en la de Siria igual, en la de Libia, en la de Kuwait … hasta llegar a los Balcanes, a Ucrania y Gaza. La mentira era y es mejor y más efectiva cuanto más grande. Hoy, en este febrero de 2025, las mentiras son más grandes y más veloces. Desde La Casa Blanca han cambiado los registros con la Inteligencia Artificial y los decretos firmados por Donald Trump para que los norteamericanos vean que cumple lo que prometió en campaña. Mira hacia dentro del país y el resto del mundo tendrá que acostumbrarse a ello.
Europa, la vieja y polimorfa Europa, se ha dado cuenta de que el cambio en USA es profundo y rápido. Trump y su club de billonarios quieren cambiar el mundo y tienen cuatro años para hacerlo, de ahí las prisas. La mentira que Europa les dice a sus ciudadanos es que está dispuesta a enfrentarse a la voluntad que sale de La Casa Blanca y que hasta la OTAN puede decir lo contrario de o que diga y disponga el ejército norteamericano respecto a Ucrania. El propio Zelensky quiere sentarse a la mesa de la negociación en las mismas condiciones, después de reconocer que se han “ perdido” en estos tres años de conflicto cien ml millones de euros en ayudas.
Se utiliza como arma frente al adversario pero sobre todo como justificación hacia la propia sociedad a la que se intenta convencer de lo justas que son las medidas que se van a tomar desde el poder. Sin mentiras es muy difícil movilizar a un país. Hoy la están utilizando desde este lado de Occidente el nuevo equipo de Donald Trump y el viejo equipo de Vladimir Putin, que han cogido el relevo de los que hicieron Joe Biden y Boris Johnson como adalides en la defensa de un país que tiene todo el derecho a decidir sin interferencias, pero cuya clase dirigente busca su permanencia en el poder a costa de la seguridad de sus ciudadanos.
Desde el lado más europeo y atlántico se hace excatamente lo mismo. Las llamadas razones de estado son las razones de la minoria dirigente, las explique el nuevo Secetario General de la OTAN - sin aclarar quién mantendría el presupuesto si USA retira sus dólares y ningún país de los 27 puede llegar al famoso 5% de su PIB en armamento, y menos a entregarlo para perpetuar un conflicto que ni Trump, ni Putin están disueltos a que se alargue. Es lógico que a Zelensky no le guste, el problema está en que no se ha preguntado a los ucranianos en general entre otras razones por que desde su presidencia no convocaron elecciones hace un año, que es cuando tocaban. La Rusia de Putin conseguió que sus ciudadanos perciban a Ucrania como una amenaza para ellos, y que consideren ese antiguo territorio de la URSS como un pedazo de la “madre patria”.
El Imperio soviético no existe hoy. Entre el aleman Helmut Kohl y el norteamericano Ronald Reagan le tomaron el pelo a Mijail Gorbachov. El padre de la “perestroika”, en el mejor de los casos, pecó de ingenuo, de creer que los acuerdos basados en las palabras y no en las formas escritas tenían algo de valor, que la destrucción que emprendió de la URSS y del Pacto de Varsovía conllevaba, al menos, que la OTAN no avanzaría hacia el Este y que, al perder la referencia de su enemigo, se iría diluyendo dentro de una unión europea que sigue sin saber qué hacer como bloque político, económico y social.
Entre un Trump, que sigue marginando a España pese al inmediato y generoso ofrecimiento militar que hizo el presidente Sánchez a la administración Biden con el aumento de dos destructores en la base de rota, y un Putin aferrado al poder desde hace 25 años tras pasar por la dirección de la KGB, no pueden existír dudas. En Occidente se cambian a los dirigentes y se ponen plazo a sus mandatos, la democracia tiene muchos problemas y defectos pero es enormemente mejor que cualquier dictadura más o menos encubierta. El problema para la Europa de los 27 es que apenas cuenta a la hora de las decisiones, y en ese territorio nuestro país cuenta aún menos, diga lo que diga el flamante secretario general de la OTAN, el holandes - que nunca ha querido a España -Mark Rutte, con sus mensajes de distanciamiento y hasta ruptura con Washington en plena gira del vicepresidente de uUSA y las declaraciones de su Secretario de Estado, dos errores a los que han unido, con mucha improvisación y muy poco sentido de la situación estratégica de España el presidente Sánchez y el ministro Albares.. Para confirmarlo podemos recurrir a Javier Solana, durante cuatro años responsable “político” de ese organismo, y el hombre con mayor experiencia en ese terreno político militar desde su puesto de ministro de Exteriores en 1992, pasando por su puesto de Comandante en Jefe de la UEFOR.
Rodeados de mentiras los españoles de base, los que escuchan noticias y comentarios sobre la tensión en Ucrania, es difícil que puedan elegir entre lo malo y lo peor. Nuestra experiencia democrática nos dice que todas las guerras que hemos vivido y en las que de una forma u otra hemos participado no han logrado los objetivos que nos “vendieron” como imprescindibles para que esos países, en los que morían a miles sus ciudadanos, hayan mejorado en cualquiera de los aspectos que podemos considerar como homologables con los que tenemos en España.
Si tras el rápido posicionamiento de Pedro Sánchez en el conflicto ucraniano está el problema con Marruecos y la defensa de Ceuta y Melilla se podría entender como un mal necesario, pero mucho me temo que ni con el envío de fragatas y aviones de combate a la frontera con Rusia nos vamos a ganar el compromiso de USA y de la OTAN en la defensa de las dos ciudades españoles del norte de Africa si el Rey alauita decide, al igual que hizo su padre, “invadir pacíficamente “ ese territorio que viene reivindicando desde mucho antes de que se conformara Marruecos como un país regido por un Rey descendiente del mismísimo Mahoma.
Está en juego el primer puesto en el mundo global del siglo XXI, con sus minerales estratégicos, su energia necesaria, sus empresas competitivas, su desarrollo tecnológico, sus gobiernos embarcados en luchas partidistas, sus ciudadanos preocupados por su futuro y el de sus familias. Putin no va a ganar toda la partida, pero tampoco va a aceptar marcharse del Donest, que ya se ha integrado en la Federación rusa. Estamos en el tiempo de las amenazas y ahí debería quedarse. Mientras tanto nuestro Gobierno está dividido y se nota;, la oposición de derechas está dividida y se nota; y los nacionalistas están divididos y se nota, tanto en Cataluña como en Euskadi.
Es posible que la única que ha dicho la media verdad sea la ministra de Defensa. Margarita Robles, que no puede contar todo lo que está haciendo y lo que le toca hacer. También e la reestructuración de empresas estratégicas españolas como son Indra, Hispasat y, desde luego, Telefónica. Su información es mejor que la del resto del Gabinete, que para eso el CNI depende de su Ministerio y hoy lo dirige quien fuera su Jefa de Gabinete. Hay demasiados elecciones políticas a la espera en demasiados países con demasiados problemas económicos. Las españolas no son una excepción. El presidente del Gobierno afirma una y otra vez que llegará a 2027, otros no tienen más remedio que hacerlo por sus propios estatutos, pero es más que posible que en este mismo año alguno decida colocar ante los españoles de su territorio la mejor de las encuestas, las urnas.