... del Tribunal Constitucional, ha pedido a los empresarios catalanes que se " mojen" en el tema y adviertan a los ciudadanos de las catastróficas consecuencias del independentismo, ha recibido la ayuda pactada de Felipe González y la medida prolongación de Duran Lleida, y ha aprovechado la cita presidencial con Ángela Merkel para sacar de la canciller una doble lisonja económica y una advertencia a los catalanes sobre las consecuencias de querer ir más lejos de lo que hoy por hoy permite Europa.
El poder del Estado quiere dejar bien claro ante los ciudadanos de toda España que puede con todo y que la búsqueda de alternativas separatistas se paga hasta con la cárcel. Ni Rajoy, ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni Albert Rivera, cada uno desde posiciones distintas e intereses contrapuestos quieren que en Cataluña se solidifique un futuro de independencia. Se puede festejar la Diada, se pueden poner flores en el monumento a Rafael Casanova, se puede recordar a Wifredo el Belloso y al archiduque de Austria, se puede hasta fantasear con la antigua corona de Aragón, el Mediterráneo, los almogávares y las juras que hacían hasta la llegada de los Borbones los antiguos reyes sobre los fueros, privilegios y leyes de Cataluña. Eso es la historia y hasta se puede reivindicar al Cid, a Cristóbal Colón y a Miguel de Cervantes. Por ensoñaciones que no quede. El hoy y el futuro es otra cosa.
Me viene a la memoria una canción de Serrat con un niño y una pelota: "eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca...".Romper la estructura del estado es algo que no se puede permitir España y que no lo puede apoyar la Europa de los 28 y sobre todo los grandes países que la conforman. Seria una peligrosa espita para Francia y " su" Rosellón, para Italia y su permanente tensión entre el norte rico y el sur pobre, para Alemania y su vecina Polonia, siempre moviendo la frontera entre los dos países en razón de vencedores y vencidos en las últimas guerras. Por no mencionar a la troceada Belgica y sus problemas lingüísticos, y, por encima de todas ellas, la Ucrania que se debate entre las dos orillas del Dnieper y tiene por un lado el apoyo de Occidente y por otro a la Rusia de Vladimir Putin: a lo peor la Cataluña de Mas y Junqueras siente envidia de Crimea y Yalta.
Mariano Rajoy y los suyos proclaman que han recuperado siete puntos en intención de voto desde las eleciones autonómicas y municipales y que si consiguen llegar al 35% de los sufragios será el Partido Popular, con 150 escaños el que aparezca en primer lugar para gobernar con los apoyos pertinentes de Ciudadanos o hasta de unos terceros que pudieran ser Unió, el PNV o los canarios de CC. Nunca se sabe.
Ese objetivo pasa por los resultados que los populares obtengan en Cataluña y por la imagen de firmeza que el gobierno de ante el doble desafío de septiembre, el electoral y el de la Diada y sus previsibles miles de banderas independentistas. Las esteladas van a ser el día 11 la respuesta del actual gobierno catalán a los registros en las sedes de Convergencia y a los nuevos poderes del Constitucional. Ya está descontado el precio a pagar por la imagen y los gritos de apoyo, habrá que medir la intensidad de los mismos y compararlos con los de hace un año. Y siempre quedará en el aire la interpretación de la botella medio llena y medio vacía.
En sesenta días España puede cambiar y mucho. La tensión política ante las urnas se va a disparar con cada día que pase y las diferencias entre partidos se volverán a agudizar sin pensar en el bien del estado y de los ciudadanos. Habrá, por desgracia, más egoísmo partidista que solidaridad y altruismo al servicio de eso que siempre llamamos Estado y que se desdibuja cuando aparecen las sombras de las urnas.
Si Mas, Junqueras, Romeva y los que les acompañan consiguen la mayoría absoluta en el Parlamento catalán, por un lado, y la oferta del PP con Xavier Garcia Albiol se queda por debajo de los nueve escaños, le gobierno de Rajoy va a tener un problema muy serio y lo vamos a tener todos los españoles, incluidos los que viven en Cataluña, se sientan como se sientan a la hora de mirar colores y banderas.