... en la que haya que salvar a unos o condenar a otros, y como hay tantos asuntos merecedores de una adhesión, se han multiplicado los profesionales de este oficio, y no nos dejan vivir.
De lo que se trata es de firmar a favor o en contra de algo, y reconozco que yo nunca fuí aficionado al gregarismo del bolígrafo salvo cuando se trata de hacer alguna defensa de los derechos humanos. En otros supuestos no pongo mi firma en documentos colectivos, porque prefiero comprometerme individualmente a través de mis columnas de opinión.
Cuento esto porque hace unos días recibí una invitación a pedir que echen de la Academia de la Lengua a Félix de Azúa Cornellá, porque en una entrevista ha dicho que la alcaldesa de Barcelona no tiene suficiente nivel formativo para dirigir una ciudad de cuatro millones de habitantes, y que para lo que estaba preparada era para vender pescado en un puesto del mercado.
Lo que no entendí entonces y sigo sin comprender ahora es que haya que expulsar del sillón de la Academia de la lengua a este afamado escritor, y concienzudo catedrático, que obtuvo su plaza en la Universidad por oposición y no se la regalo nadie ni está en esas funciones por designación política de ningún partido.
Feliz de Azúa no ha estado prudente al decir para qué está preparada o no la alcaldesa de Barcelona, pero si hubiese que echar de algún sitio a todos los que utilizan expresiones desafortunadas, estoy persuadido de que muchos de los noventa mil abajo firmantes que han pedido que lo expulsen de la Academia han hecho méritos suficientes alguna vez en su vida para que les echen hasta de su comunidad de vecinos.
A lo mejor de lo que se trata con esta petición colectivizada es de sustituir a Félix de Azúa en la Academia de la Lengua por un militante feminista, aunque tampoco tuviese adecuada formación ni curricular como experto en la lengua.
Esto de no seguir el carril de donde va Vicente es peligroso, y en un país como España en el que para todo se reclama el derecho a la libertad de expresión, algunos solo aceptan esa coartada cuando alguien se caga en Dios o llama maricon o fascista a alguien con quien no se está de acuerdo.
Eso lo sabe bien la escritora Maruja Torres que para afearle la conducta al académico Félix de Azúa ha dicho en twitter que “con la alergia que el académico tiene al pescado, nunca se habrá comido un buen coño”.
Al final el patio se anima, el lenguaje se dispara, todos dicen lo que les viene en gana y… tan contentos.