Creo que el papel principal va a recaer en Mariano Rajoy, que no da el tipo de calavera y seductor pero que puede tener los doblones ( votos) necesarios para asegurarse su aparición estelar en el hemiciclo del Congreso. Su gran rival por ese puesto es Pablo iglesias, que si da el tipo pero que puede quedarse fuera del escenario, empujado por los otros actores que, ahora y ya metidos de lleno en lo que se llama precampaña, son a los que más pueden responder recitandoles los versos que nacieron en el madrileño teatro de la Cruz el 28 de marzo de 1844.
Son ellos, Pedro Sánchez y Albert Rivera, los que no se cansan de buscar el centro del escenario mientras claman contra sus rivales sin percatarse que tras las urnas pueden recordarles la estrofa: ¡ cuan gritan estos malditos¡ / pero mal rayo me parta/ si en acabando esta carta/ no pagan caro sus gritos. Que se lo diga Rajoy o se lo diga Iglesias dependerá de lo que hayan dicho los españoles en ese inicio del verano.
La carta que Zorrilla pone en la pluma de don Juan encaja de forma perfecta en las negociaciones que tendrán que emprender los politicos ante las que aparecen como inevitables minorias parlamentarias. Los gritos de estos dias y de la campaña oficial se convertirán en susurros y disculpas, en olvidos a cambio de botones apretados desde los sillones del Congreso.
A los malditos se les recordarán las descalificaciones, los insultos, las búsquedas desesperadas de las papeletas que tienen en sus manos los ciudadanos. Se cambiarán rayos por puestos en un hipotético y difícil gobierno, siempre que la tormenta eléctrica que caerá sobre los perdedores no deje a su protagonista roto y sin traje. Siempre, claro está - y no está nada claro- que la representacion del dia 26 permita que se baje el telón y los españoles aplaudamos la formación y la puesta en marcha de un Ejecutivo, que falta va haciendo.