Del futbol y otros ‘top ten’ de la política

martes 24 de mayo de 2016, 05:08h

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Reconozca conmigo que la normalidad nacional no pasa precisamente por el hecho de que los espectadores y telespectadores de lo que podría ser un gran partido de futbol estén mucho más pendientes de lo que haga una parte del público, con sus banderas y sus silbidos, que de los jugadores que llegan al campo. Pues ese es el país que tenemos, mire usted. Y nada pasaría ante tal anomalía si no fuese porque implica, primero, una enorme incomodidad territorial que afecta a la unidad del país y, segundo, una desafección de parte de la ciudadanía por sus instituciones, representadas por un a mi entender gran jefe del Estado, sometido a un vergonzoso abucheo.

O sea, que incluso en el espacio lúdico-deportivo descubrimos fallos de profundidad en el sistema que nos hemos dado y que nos ofrecen los programas de las mismas formaciones que ya fracasaron ante las urnas hace cinco meses y tres días, y que, a tenor de lo que nos dicen las encuestas, volverán a hacerlo dentro de un mes más tres días. Es decir, que alguien nos tendrá que hacer propuestas radicalmente nuevas, levantar vetos radicalmente viejos y ensayar fórmulas que algunos se han negado a ensayar. Y hablo aquí, sobre todo y para que nadie me acuse de decir vaguedades, de Pedro Sánchez y de ‘su’ PSOE.

Cierto que yo también me repito, pero desde hace tiempo no veo otra solución, y más ahora con las encuestas dominicales en la mano, tanto para Sánchez –que es lo de menos— como para el propio PSOE –tampoco es lo fundamental, aunque un Partido como el Socialista nos es muy necesario— y, sobre todo, para el país, que un gran acuerdo, en el sentido que sea, entre los socialistas y los ‘populares’, contando, desde luego, también con la colaboración de Ciudadanos. El empecinamiento de Sánchez en negarse a forzar –forzar— un acuerdo con el PP, que pasase por un programa reformista que convenga al país, y no a la derecha o a la izquierda, y que estuviese encabezado transitoriamente por quien fuese, que no es eso lo fundamental, ha sido el primer responsable de que estemos donde estamos, aunque haya habido también otros. Si sigue así, acabarán estrellándose, él y su partido, y quién sabe si todos nosotros, en la escollera.

Y vamos a los encabezamientos: yo creo que Sánchez ya no representa al conjunto del PSOE, por mucho espectáculo de unidad preelectoral que se le brinde en mítines dominicales madrileños. No está aportando ideas necesarias al gran debate que discurre por el subsuelo del cuerpo social. Y pienso que Rajoy debería ir pensando –quizá esté haciéndolo ya, quién sabe con el personaje— en un relevo más bien a corto que a medio plazo. Ambos protagonistas –ex protagonistas únicos— de la política nacional tienen sendos congresos partidarios ya demasiado aplazados y conculcando sus propios estatutos. Serán los congresos del recambio, me parece. Pero habría que garantizar un cierto ‘statu quo’ hasta que tales congresos -¿diciembre? ¿enero?- se celebren, ya con un Gobierno asentado en España. Y ya digo: no veo otra forma de asentarlo que esa gran coalición de la que los líderes socialistas, con Sánchez a la cabeza, dicen públicamente –públicamente— no querer saber nada.

España no puede, simplemente no puede, repetir el espectáculo dado en estos cinco últimos meses. Ansío contemplar el debate televisivo ‘a cuatro’ –me parece que ‘a dos’ ya no tiene sentido, porque los emergentes cuentan mucho para el futuro, aunque anden en un cierto declive— entre esos mismos rostros que son los últimos hacedores de lo que tenemos: la situación política más peculiar de Europa, y mira que se están dando situaciones peculiares –Austria, como último ejemplo— en Europa. Y, cuando digo peculiar, no quiero, por supuesto, decir precisamente que sea una situación buena: más del noventa por ciento de los encuestados dice que encuentra que la situación política española es ‘mala’ o ‘muy mala’.

¿Se puede seguir haciendo la vista gorda, como si nada estuviese pasando? Así que basta ya de ‘y tú más’, de derechas versus izquierdas, de hacer el ‘enfant terrible’ y acaparar imagen, de inmovilismos y de excesivos movimientos, de esperar a que caigan las frutas maduras del árbol sometido al vendaval. De eso quiero escuchar hablar en ese parece que primer y único debate de la campaña más decisiva, ese postrer acto del ‘top ten’ de la demencial política en la que nos han embarcado. Porque ya se ve que con el futbol tampoco basta para distraer al personal que se va, y mira que somos de buen conformar, cabreando.

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